jueves, 21 de mayo de 2009

miércoles, 20 de mayo de 2009

martes, 19 de mayo de 2009

domingo, 17 de mayo de 2009

Señores nacionalistas.


Señores nacionalistas. Ustedes mandan ¡Qué le vamos a hacer! ... Son cosas de la Democracia. Pero les voy a pedir una cosa. Ya que vivimos en su molino, por lo menos no nos obliguen a comulgar con sus ruedas.

sábado, 16 de mayo de 2009

Foto de Montilla cuando era niño.



El que más collejas recibía de su clase.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Si no te dejan entrar...pues te quedas fuera.

Acabar con el odio


José María Calleja, en el Diario Vasco.


El pasado mes de enero hizo cuarenta años desde que la Brigada Político Social (BPS), policía política de la ya muy politizada policía franquista, quitó la vida al joven estudiante, 19 años, Enrique Ruano. Ruano fue detenido por luchar contra Franco, fue torturado y arrojado desde un séptimo piso. La autopsia certifica que un objeto cilíndrico -que podría ser una bala- le entró por la clavícula, que ésta le fue serrada, que el cadáver no pudo ser visto por la familia y tuvo que ser enterrado en la más absoluta soledad rodeada de policías. Fue hace 40 años, en 1969.

Fue también el mes de la matanza de Atocha. Cinco abogados laboralistas, vinculados a CC OO y al PCE, fueron fusilados por un comando de pistoleros de la extrema derecha que irrumpió en su despacho, les hizo ponerse de cara a la pared y disparó contra ellos. La matanza dio paso a un entierro, envuelto en sobrecogedor silencio, en el que el PCE, entonces ilegal, hizo una demostración de fuerza contenida y civismo que marcó la Transición y acercó a nuestro país a las libertades, entonces proscritas. Fue hace 32 años, en 1977.

Febrero es probablemente el mes en el que más personas han sido asesinadas por la banda ETA. Desde luego es el mes en el que más personas conocidas por los ciudadanos han perdido la vida a manos de la banda terrorista. Enrique Casas, Fernando Buesa y su escolta, Jorge Díez, Fernando Múgica, Francisco Tomás y Valiente, Joseba Pagazaurtundua, Víctor Legorburu Ibarreche, el guardia civil Benito Arroyo Gutiérrez, otros seis guardias civiles, de una tacada, en Ispaster-Ea, en 1980... La lista es interminable.

En el quicio entre enero y febrero de este año, la propuesta irlandesa de indemnizar a todas las víctimas mortales del conflicto de Ulster con 12.000 libras (casi 13.000 euros) ha reabierto heridas que el odio identitario aún no había cerrado. La iniciativa se inscribe en el proceso de reconciliación, aún pendiente de cerrar después de cuarenta años de terrorismo y de 3.700 asesinados. El dinero iría destinado al familiar más cercano al asesinado con independencia de si el muerto fue víctima o formaba parte de una asociación de verdugos. Familiares de víctimas protestantes han clamado contra esta medida y exigen que no se trate igual al que murió después de organizarse para matar que al que fue asesinado sin formar parte de ninguna estructura criminal. El odio sigue vigente en Irlanda once años después de que se firmaran los acuerdos de Viernes Santo (10 de abril de 1998), que abrieron el proceso de paz en aquella atormentada zona del mundo.

En Euskadi tenemos un problema de odio. Es el odio el que está en la base de los asesinatos, en la pervivencia terrible de la muerte a lo largo también de cuarenta años. Si la dictadura franquista fue la expresión de la utilización de la violencia, del miedo y del terror para aniquilar a la oposición superviviente de la guerra y para tratar de exterminar a los opositores a Franco que fueron surgiendo a lo largo de cuarenta años, la dictadura de ETA se ha basado desde el principio en la organización del odio, la planificación de la muerte y la recogida de los beneficios aportados por el miedo derivado de ambas.

Sostengo desde hace años que los demócratas estamos derrotando a los terroristas, que éstos, desde 1992, tras el golpe policial de Bidart, iniciaron una pendiente cuesta bajo en la que aún están y que les llevará irremisiblemente a su desaparición. Ojalá su final policial esté muy cerca y abroche su derrota política, pero el día que desaparezcan los asesinatos, quedará la enorme costra del odio. La práctica reiterada del terrorismo ha dejado una secuela de seres odiantes, socializados en el odio al otro, que piensan que todo lo que se haga contra el enemigo así etiquetado está bien y no merece reproche moral ni político.

El PCE fue capaz, nada menos que en 1956, en plena dictadura gris, de proponer a los españoles, desde su clandestinidad, persecución, cárcel y muerte a manos del franquismo, una política de reconciliación entre los españoles. Una política odiada por los franquistas, criticada por la ultraizquierda y que aspiraba a una definición de los españoles no en función del bando que ocuparon ellos y sus familiares en la Guerra Civil, sino conforme a su deseo común de ganar las libertades, vivir en democracia y lograr la convivencia entre distintos. Todo lo que hagamos en Euskadi desde ahora para bajar la hinchazón de odio que padecemos, para facilitar la futura convivencia entre los que han asesinado durante cuarenta años y los que hemos puesto las víctimas durante todo ese tiempo ayudará a acercar el final de la violencia, permitirá ganar la libertad definitiva. Una vez que se hayan terminado los asesinatos nos quedará otra tarea también muy complicada, pero que hay que llevar a buen término: el afán por desterrar el odio de nuestras vidas; acabar con el odio para sepultar definitivamente la violencia y acabar con el odio para que nadie nunca más vuelva a asesinar a otro por considerarle su enemigo.

lunes, 11 de mayo de 2009

Alegría en el gasto


La opinión de Francesc de Carreras en La Vanguardia.


En los últimos días, se ha hablado mucho sobre la utilidad y las prioridades de ciertos gastos del Govern Montilla. Diversas cartas de los lectores publicadas en este periódico han aportado cifras concretas cuestionando la necesidad de las llamadas embajadas, mientras que el vicepresidente las justificaba en un artículo de hace dos días, también en La Vanguardia, por la necesidad de internacionalizar la economía catalana, a pesar de que las personas designadas como embajadores no respondieran a este perfil, sino a otro más político e ideológico.


La gente de la calle, los ciudadanos normales, está tratando de estrecharse el cinturón, algo natural en momentos de crisis. Sin embargo, ello no parece ser así por parte del Govern de Catalunya, que ha gastado y sigue gastando en partidas de dudosa utilidad para hacer frente a estos difíciles tiempos en los que ya estamos y los peores que se avecinan. Repasemos algunos datos.

En primer lugar, el presupuesto de la Generalitat para el 2009 asciende a 36.985 millones de euros, más de seis billones de las antiguas pesetas, una cantidad más que respetable. Sin embargo, las cantidades dedicadas a gastos de personal han aumentado en los últimos años más aceleradamente que el conjunto global. Así, desde el 2006 (último año del Govern Maragall) hasta el 2009, el incremento ha sido de alrededor de un 9,5% anual, lo cual significa que entre estos años el número de funcionarios y personal contratado -según cálculos del diario El País- ha crecido en casi 55.000 personas (se pasa de 165.033 en el 2006 a 219.400 en el 2009) y las remuneraciones se han encarecido todavía más, de 6.670 millones en el 2006 a 9.474 millones en el 2009, ahora ya una cuarta parte del presupuesto total de la Generalitat. Quizás deberían explicarse las razones de este aumento de gastos en personal que, a primera vista, no se corresponde, ni de lejos, con los nuevos traspasos y funciones.

Vayamos ahora a elocuentes pequeños detalles, utilizando cifras de gastos efectuados en el último semestre por el Departament de Vicepresidència en la promoción de federaciones de deportes quizás respetables aunque algo pintorescos: a la Federació Catalana de Pitch & Putt se le han asignado 25.000 euros en apoyo de la secretaría de su federación internacional y 8.000 a la Federació Catalana de Kick Boxing y Muay Thai para que participe en el campeonato del mundo. Por su parte, cantidades más elevadas asigna el mismo departamento en ayuda exterior: la Asociación de Empresarios de Ascendencia Catalana de Uruguay recibió 24.727 euros, el Centre de Cultura Catalana de Andorra 123.636 euros, el Casal Català de Montevideo 129.300 euros y la ciudad francesa de Perpiñán 120.000 euros para que rotule las calles en catalán. ¿Estamos hablando del chocolate del loro? Quizás.

Pero mientras unos se estrechan el cinturón, otros muestran una gran alegría en el gasto.

domingo, 10 de mayo de 2009

Exiliados


14.000 maestros se fueron de Catalunya entre 1.983 y 1.985. Un goteo continuo de exiliados en su propia tierra. Muchos se fueron antes, muchos se fueron después...Y muchos están pensando en irse próximamente. Según el Nacionalismo un goteo asumible y beneficioso...Según la razón un suicidio colectivo de gran valía para nuestro presente y nuestro futuro.

Culos


El otro día hablando de política un amigo me dijo: "Las opiniones son como los culos que cada uno tiene el suyo". Pienso que ni muchísimo menos todos los culos son iguales. Hay culos que te hacen girar la cabeza, culos que hipnotizan, culos rotundos que han llevado a más de uno a la tumba. Y también hay culos que no sirven más que para una función excretora o como mera finalización de la espalda.

Si todos los culos no son iguales por qué van a ser iguales todas las opiniones. La gente habla porque tiene boca pero yo tengo derecho a abrir mis orejas cuando lo crea oportuno. Hay opiniones que te elevan hasta el cielo y opiniones que parecen hechas con el culo.

sábado, 9 de mayo de 2009

Una de Obama.


Recojo una frase de Obama:

«A los que se agarran al poder por la corrupción y la mentira y silencian al que disiente, sepan que están del mal lado de la historia".


Es Presidente de un país. No es Presidente del mundo, aunque lo parezca, pero ojalá esta frase la cumpliesen todos los mandatarios del mundo...Especialmente los catalanes.

viernes, 8 de mayo de 2009

Desafinados


Un artículo de David Trueba.


La política española está desafinada. ¿Qué pasa? ¿Quién lo sabe? ¿Es preocupante? No es posible que se juegue con asuntos tan serios como el atentado del 11-M, la política antiterrorista, el grado de autonomía vasca y catalana y el sistema monárquico de una manera tan superficial. Un político profesional ha dicho que vivimos una situación equiparable al golpe del 23-F y nadie le ha pedido cuentas. ¿Dónde están los tiros, el secuestro de la soberanía popular? ¿Por qué constantemente tratan de tutelarnos? ¿Por qué no se comportan con madurez? ¿Por qué parecen más inconscientes los responsables políticos que los ciudadanos? Son concertistas a la suya, sin partitura precisa. Lo único que se acierta a escuchar de melodía de fondo es una letanía que dice: votos, votos, votos. De lo grotesco a lo trágico a veces hay menos distancia de la que creemos.
Cuando era preadolescente íbamos a la puerta de un colegio de chicas y les decíamos frases soeces y burradas varias. Un día le pregunté a uno de mis amigos si creía que aquella era una forma de ligar productiva. Él me contestó con toda seriedad: "Pero si no estamos ligando, si quisiéramos ligar no estaríamos aquí dando la nota". Y tenía toda la razón. A menudo la vida política española me recuerda esa escena: declaraciones grandilocuentes, estrategias llenas de ambigüedades, victimismo rentable, firmeza inconsecuente. Digo yo que, si alguien quiere la independencia de su nación, lo que tiene que decir es que quiere la independencia de su nación. Y si alguien quiere decir que se debe poner en cuestión el sistema monárquico, lo que debe decir es que se debe poner en cuestión el sistema monárquico. Y si alguien quiere decir que le gustaría invitarte al cine, lo que tiene que hacer es invitarte al cine. Yo no creo que esto suceda en la actualidad. Sucede algo muy diferente. Te dicen. Si este fin de semana echaran una película que te gustara y si tus padres te dejaran salir por la noche y si yo tuviera dinero y si no cerrara el metro y si no lloviera demasiado y si no pusieran un partido en la tele, a lo mejor iba y te invitaba al cine. Lo cual es muy diferente.
Ahórrense los simulacros de debate, con todo tipo de parafernalia incluida, fuerza de choque callejera o mediática incluida. Lo que yo creo es que nuestros representantes públicos no confían en los ciudadanos. Por eso no tocan música, sólo ensayan. Y bien desafinados, por cierto. Y van a ver si suman esos votos que les faltan para tomar un poco más de carrerilla y mojan el pie en la piscina para ver cómo está el agua. Por más que nos gustara ignorar el ruido y la desmadrada algarabía de tantos solistas desafinados, no nos va a quedar más remedio que aceptar el papel que la democracia nos concede: el de directores de orquesta.
Con nuestros votos, no tenemos otra batuta, debemos afinar la melodía y colocar la orquesta en nuestro orden de preferencia, el de cada uno, yo tengo el mío, ustedes el suyo: desde el primer violín hasta el más secundario tipo de los timbales pasando, claro está, por la tuba y el fagot, todos han de someterse a la única música que vale en democracia. la voz de las urnas.

jueves, 7 de mayo de 2009

¿Solidaridad?


Columna de Ángel de la Fuente publicada en El Periódico de Catalunya. Ángel es Vice-Director del Instituto de análisis económico (CSIC). Y entre otras cosas más, Presidente del Congreso fundacional de Ciutadans-Partido de la Ciudadanía.


.Si la prensa no nos engaña, la principal conclusión que extrae el conseller Antoni Castells del enésimo informe sobre la balanza fiscal regional es que Catalunya es "demasiado solidaria".
."Solidaridad" no es una buena palabra para descubrir el fenómeno que nos ocupa. El uso del término revela una visión peculiar de la redistribución de la renta como un acto casi de caridad. La situación de las comunidades ricas sería similar a la de la persona de buena posición que, al salir de misa henchida de sentimientos de solidaridad hacia sus semejantes menos afortunados, deposita unas monedas en la hucha de alguna ONG en prueba de su buen corazón.
.Sin embargo el símil correcto no es con la limosna de nuestro hipotético ciudadano sino con su declaración de la renta pues, caridad aparte, sigue teniendo la obligación legal de contribuir al erario público de acuerdo con sus recursos. Es cierto que tal obligación está inspirada en última instancia en determinados principios de justicia distributiva, pero no es menos cierto que sigue siendo vinculante incluso para aquellos que no comparten tales principios -a los que desde luego no se les da la opción de modificar unilateralmente sus aportaciones o de negociarlas con Hacienda-. Como el segundo símil sugiere, las aportaciones de las comunidades de mayor renta a la "solidaridad territorial" no son donaciones voluntarias de un hipotético sujeto colectivo sino el resultado neto de los derechos y obligaciones económicos de sus ciudadanos individuales de acuerdo con el ordenamineto legal del que nos hemos dotado con mecanismos democráticos.
.Pero, en fin, admitamos provisionalmente "pulpo" como animal de compañía. ¿Con qué criterio afirma el conseller que el nivel actual de "solidaridad" es excesivo? ¿Acaso piensa que el IRPF es demasiado progresivo, que las prestaciones por desempleo y las pensiones no contributivas son demasiado altas, o que no todos los españoles tenemos derecho a servicios públicos similares? porque como él sabe perfectamente los saldos fiscales regionales no son más que la traducción territorial de las decisiones que colectivamente hemos tomado sobre estas cosas.

El resultado de muchos años trabajando con laca y otros productos de peluquería.


Noticia sobre Lluís Llongueras publicada en e-noticies.



El perruquer Lluís Llongueras ha dit que "si Obama fos català tindríem seleccions catalanes molt més ràpid". En una entrevista a la revista selecciona't, Llongueras ha indicat que "el govern estatal mai ens prendrà com una nació, això és evident. Però en tenen també molta culpa els polítics catalans que cedeixen en temes econòmics, de permisos, no avancem en les obres, hi ha molts retards; és una cosa increïble. Els polítics catalans són els que més s'haurien d'incloure en aquest pla i lluitar per l'oficialitat de les seleccions. Amb ells si que s'arribaria a bon port, però despisten. Estem dominats per la por".

Llongueras es pregunta "què és això que només hi hagi l'equip d'Espanya?" i afegeix que "això és anticompetitiu, això no és esport, ni esperit esportiu. S'ho prenen com una competència política. Què té a veure la política amb l'esport? Estan fent política pura i dura".

Ante la seguridad de ser nación.


Una frase para reflexionar. El conseller de Economia, Antoni Castells dio con esta idea cuando buscaba el título de una conferencia que iba a dictar en la London School of Economics:
"Las naciones que están seguras de serlo no se dedican a proclamarlo a cada momento"

miércoles, 6 de mayo de 2009

La cultura de la opulencia.


Iñaki Ezquerra, en La Razón.


España anda todavía en la cultura de la opulencia. Éste es el verdadero problema de fondo que nos asola más allá de las medidas que el Gobierno tome ante la crisis y que van a seguir siendo unas medidas para salir del paso, porque el propio Gobierno que tenemos nació para el despilfarro y no puede hacer otra cosa más que exactamente aquélla para la que fue creado y elegido.En un país de nuevos ricos que nos hemos permitido despreciar y cuestionar todo lo que habíamos conseguido y que de repente nos vemos pobres, el Gobierno este es simplemente un nuevo rico congénito, una cosa exclusivamente nacida para el caro lujo de dar la razón a los nacionalismos, para el pacifismo retórico, para crear ministerios ridículos de la Igualdad o la Bondad, para regalar miles de millones de euros contra el hambre universal cuando se aproxima a zancadas el hambre local e impulsar -como hace ahora Zapatero- una «Alianza Global de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria». El propio Zapatero es un artículo de lujo diseñado para la bonanza económica, para proponer alianzas etéreas que nos hagan soñar un poco con la generosidad que no nos podemos permitir y con la riqueza que no tenemos, como esas familias arruinadas y desastrosas que ascendieron socialmente de manera rápida sobre un capital frágil y que se empeñan en llevar el mismo ritmo de gastos que en los buenos tiempos con el objetivo catastrófico de no asumir su situación real y su descalabro.

En realidad no es sólo el Gobierno. Es el país entero. No hemos sabido crear con antelación, ni improvisar todavía, una cultura o al menos una «cultureta» de la crisis. Estaba todo previsto para la abundancia eterna, para ser los más ricos, los más progres, los más guapos¿ Y por eso la miseria nos pilla a contrapié. Le pilla a contrapié a Carod-Rovira, que no puede ahorrarse un absurdo viaje a Israel que compense ante los judíos la ayuda económica que la Generalitat brinda generosamente a los palestinos. Le pilla a contrapié a Ibarretxe, que anda usando los datos de una agencia de «rating» (Standard & Poors) para vendernos en su tele oficial que España se hunde mientras Euskadi va viento en popa y mantiene su «proverbial» fortaleza económica. Le pilla a contrapié a Touriño, que no puede renunciar a gastarse, el pobre, 1.100.000 euros en equipos audiovisuales ni 480.000 en su cuarto coche oficial. Yo creo que Touriño tiene un breve «tour», un corto «viajeciño» por la política, con ese coche y con su programa electoral tan particular de «Galicia luz y sonido».

A contrapié, sí. Volvemos a escuchar que las pensiones de la Seguridad Social corren riesgo y vemos al camionero de Loeches que se quiere quemar a lo bonzo porque un ayuntamiento no le paga sus 400.000 euros y porque el Estado es un moroso más, pero seguimos hablando de superfinanciaciones autonómicas como si no hubiera un mañana, como si no fuera la propia burocracia de las autonomías lo que hubiera que revisar con sus miles de coches oficiales de todos los Touriños de la piel de toro. El problema no ha sido sólo vivir por encima de nuestras posibilidades, sino hacer ideología, pensar, votar por encima de nuestras posibilidades, mirar para otra parte se tratase de lo que se tratase. El camionero de Loeches se quiere autoinmolar y, mientras, el Estado gastándose la pasta para que la Beloki pueda concebir y parir a un etarra felizmente.

Y además, se comen a los niños crudos.


Félix Ovejero, en El País:



No hace mucho, en estas mismas páginas, alguien, no recuerdo quién, sostenía que Franco era racista. Las pruebas, de eso estoy más seguro, eran bastante circunstanciales. Desde luego, mucho más débiles que las que permitirían calificar como racista a Jordi Pujol cuando escribía que "el otro tipo de inmigrante es, generalmente, un hombre poco hecho. Es un hombre que hace centenares de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia, y de miseria cultural, mental y espiritual".

¿Era Franco racista? ¿Lo era Pujol? ¿Lo seguía siendo hace un par de años cuando declaraba sentirse muy satisfecho de aquellos escritos? No, ni uno ni otro eran racistas, si acaso otra cosa, no sé si mejor. Desde luego, no eran ideólogos racistas. Nadie que profese una ideología se avergüenza de ella y estoy seguro de que se sentirían ofendidos si se los llamara racistas.

Pero no me interesa ahora el racismo, sino ese afán que lleva a cargar todos los muertos al personaje odiado. El malo sería malo como el tonto es tonto en la caracterización orteguiana: vitalicio y sin poros, no descansa nunca. El hábito es común. Se ha repetido a cuenta de los niños del gueto de Gaza: Israel, responsable de sus muertes, porque responsable de una muerte es el que dispara, no sólo se burla del derecho internacional, sino que los exterminaría con gusto y ganas; los de Hamás no sólo eran terroristas, es que estarían encantados de sacrificarlos como escudos. Ni un matiz. Con qué facilidad circularon esos días, ante el menor "ejem", calificativos como "antisemita" o "prosionista". Aquí, desde luego, también hacemos uso del recurso. Los rivales son inmorales, ignorantes e imbéciles. El lote completo, la triple I. No cabe que a Aznar le pudiera gustar la poesía y, por supuesto, Zapatero es simplemente bobo. Ni agua.

Esa disposición a describir a los otros como la encarnación de todos los males incapacita para entender el mundo. Pocos ejemplos más chuscos que el de esos extraviados soldados de una guerra fría que se resisten a creer acabada, que necesitan no dar por acabada, y que en cualquier esquina encuentran agentes imperialistas, "fascistas" se añade con despendolada ligereza, o, en el otro lado del fantasmal muro, equiparan, sin que les estorben las sutilezas, a Zapatero, Chávez y Castro, todos ellos, a su parecer, pequeños aprendices de Stalin. Incluso, ya en la pendiente del delirio, empaquetan en el mismo lote a Putin, sin otra razón que su condición de ruso, en un movimiento simétrico, todo hay que decirlo, de aquellos otros que en la izquierda se sienten obligados a defenderlo por lo mismo, por ruso.

Lo peor de tales obnubilaciones es que tienen consecuencias prácticas, malas, como sucede siempre que la acción se basa en una incorrecta información. La lucha contra ETA proporciona un claro ejemplo. Cuantas veces escuchamos aquello de "son irracionales", "me niego a interpretar sus acciones", "matan cuando pueden". Quienes sostienen esas cosas se incapacitan para la política antiterrorista. Guste o no, la racionalidad de ETA es un supuesto imprescindible. De todos. Desde luego, de los partidarios de la negociación o del diálogo: uno no negocia con una piedra. La negociación, por definición, asume que el de enfrente, a la luz de sus posibilidades, mueve sus fichas. Pero también de quienes creemos que no hay nada que negociar o discutir, que el mejor modo de acabarcon los criminales es hacerles entender que los crímenes no tienen retribuciones políticas. En uno y otro caso, en contra de lo que muchas veces se dice, resulta inevitable hacer algún tipo de "juicio de intenciones", de juicio sobre los motivos de los otros. Allí y en cualquier relación humana, cuando nos hablan y hasta cuando nos callan, por ejemplo, cuando no nos contestan un emilio. En nuestras relaciones mutuas los humanos somos poco más que máquinas de hacer juicios de intenciones.

El mecanismo de las extrapolaciones es conocido, incluso está catalogado en psicología como "efecto halo": un sesgo cognitivo que, a partir de una característica más o menos circunstancial, extrae conclusiones sobre rasgos esenciales de la personalidad que contaminarían cada uno de los actos del individuo. A veces, sin que tengan nada que ver, como sucede con la disposición a tomar una cara bonita como señal de honradez. Los soldados del Vietcong atrajeron a muchos vietnamitas, antes que por sus ideas, por sus maneras incorruptibles. En las culturas políticas calvinistas el político a quien se descubre una relación extramatrimonial se puede dar por acabado. La máxima que permite sentenciarlo viene a ser: "si miente en esto, miente en todo".

La vida, bien sabemos, es más compleja. Está instalada en el matiz. Como en el poema de Borges, somos un yo plural de sombra única. Conozco investigadores honestos, amantes de la verdad y entregados al estudio de nobles principios, que en su trato con los demás mienten más que hablan. Uno no se casaría con ellos, pero estaría encantado de escribir un libro a dos manos. Entre los alemanes que arriesgaban sus vidas por rescatar a los judíos no faltaban los golfos irrecuperables. ¿Tenemos que dudar de las teorías de los científicos estadounidenses porque el 40% de ellos creen en Dios y le rezan? Sobran los ejemplos de músicos de jazz de vida disipada, entregados al principio del placer más inmediato, cuyo buen hacer artístico sólo puede ser el resultado de una portentosa capacidad de disciplina y de concentración.

Por supuesto, hay coherencias exigibles. Resulta difícil tomarse en serio al psicoanalista que ante el menor avatar emocional se atiborra de pastillas, al maestro zen que cierra los garitos en Las Vegas o al político nacionalista que lleva a sus hijos a la escuela alemana. Ellos son los primeros en no tomarse en serio. Pero lo que no podemos hacer es juzgar la calidad del asesor financiero por sus consejos amorosos o la integridad del político por sus gustos literarios. Una cosa es ser coherentes y otra graníticos. Salvo los imbéciles irreparables y los psicópatas no hay "personas de una sola pieza". En realidad, si encontramos alguno, hay que desconfiar. El político que sabe que su comportamiento en las distancias cortas servirá para sopesar su conducta pública acabará por fingir hasta con sus amigos. Lo primero que nos dicen quienes nos acaban engañando es que ellos no mienten nunca.

Las Embajaditas


Una columna de Alfonso Ussía, en La Razón.

Si a un dirigente del separatismo corso se le ocurre viajar a Nueva York para abrir una «Embajada de Córcega», a su vuelta sería detenido en el Aeropuerto. No por orden del Presidente de la República francesa, no por indicación del ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno francés, y menos aún por una diligencia imperativa del ministro del Interior. Sería detenido por el jefe de la Gendarmería del Aeropuerto, y puesto a disposición judicial acusado de traición a la nación francesa. Así de sencillo. En Francia no se admiten nuestras bromas territoriales, y el único que representa al Presidente de la República, a los ciudadanos y a todos los departamentos, es el Embajador de Francia. Entre el «Lehendakari» vasco, el Tripartito catalán -presidido por un socialista de Córdoba-, y el Gobierno de la «Xunta» de Galicia, están inaugurando y abriendo decenas de embajaditas dispersas por el mundo con pretensión de alto rango. Están convirtiendo en legaciones admitidas por el Gobierno de España lo que antaño eran las Casas Regionales. Las embajadas y consulados de España pierden su significado en beneficio de embajaditas y consuladetes que no tienen otro objetivo que desmenuzar el concepto de España fuera de nuestras fronteras. Y los promotores de estas gamberradas no son detenidos por traidores, porque ningún policía nacional o guardia civil se atrevería a detener a los principales causantes del desquiciamiento, que no son otros que el Presidente del Gobierno de España y su ministro de Asuntos Exteriores. Centenares de millones de euros, tan necesarios para combatir la pavorosa crisis económica que padece España, están siendo invertidos por los nacionalistas y socialistas vascos, catalanes y gallegos, en nuevas casas regionales con aspiraciones de embajaditas. Por supuesto, en ninguna de esas sedes folclóricas ondea ni está presente la Bandera de España, mensaje que no pasa desapercibido en las ciudades donde se ubican esos locales. El siguiente paso será el de exigir competencias consulares, y el último y definitivo, el de alcanzar, mediante la autorización del Gobierno de España, el reconocimiento del rango de embajadas para esos chiringuitos. España no es una nación invertebrada, como decía Ortega. España está vertebradísima desde mucho antes de que se vertebraran la mayor parte de las naciones de Europa. Los invertebrados y descerebrados somos los españoles, que hemos llegado a aceptar como hechos normales, situaciones inconcebibles. Esos chiringos autonómicos, embajaditas de pega y consuladetes de chiste, tienen que ser clausurados por contundentes motivos. Los vascos, los catalanes y los gallegos son españoles, y por ello, si a algún lugar tiene que acudir fuera de España para solucionar sus problemas es a la Embajada o al Consulado. El Embajador de España es el representante del Rey o Jefe de Estado ante la nación que acreditan sus cartas credenciales. Nadie puede usurpar su representatividad. Las relaciones internacionales de las autonomías no pueden ir por un lado y las de España por otro. El gasto de apertura y mantenimiento de esos locales alcanza límites fronterizos con el delito. Y no sirven para nada, excepto para humillar la imagen de España en el exterior. Cerrado el «Joy Eslava», hay que seguir con las embajaditas. Que ése, más o menos, es el rango comparativo.

Malgastando en Nueva York


Un artículo de Francesc de Carreras en La Vanguardia.


Según La Vanguardia de ayer, "el mismo día y a la misma hora en la que se celebraba en Washington la investidura de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos, el vicepresident del Govern, Josep Lluís Carod-Rovira, dictó una conferencia en la Universidad de Nueva York". A eso se le llama oportunidad: de nuevo un incidente ridículo del Gobierno tripartito. La noticia no da cuenta del número de asistentes a tan apasionante conferencia.

El año tiene 365 días. El 20 de enero, según es tradición, juran solemnemente el cargo todos los nuevos presidentes. Además, este año, por razones obvias, era de prever que el acto tendría una especial resonancia. Pues bien, este fue precisamente el día escogido por Carod para pronunciar su conferencia. Al día siguiente, ayer, se inauguró la nueva delegación del Govern de la Generalitat, más conocida por embajada de Catalunya, según la jerga habitual. Dejando al margen la oportunidad del día elegido -en definitiva, una anécdota más-, la ocasión puede servir para reflexionar un poco sobre la eficacia, el coste y la rentabilidad de estas delegaciones.

Es indudable que la Generalitat, como los gobiernos de las demás comunidades autónomas, tiene competencias que alcanzan más allá de nuestras fronteras. Es el caso de las competencias relacionadas con la ayuda a las empresas industriales, comerciales o turísticas. Es natural que en estas materias -quizás también en alguna otra, como cultura- la Generalitat promueva alguna oficina en el exterior que pueda ayudar al desarrollo económico y social de nuestra comunidad autónoma. Se dice que agencias de la Generalitat como el Cidem y el Copca, con representación en el exterior, han dado muestras de eficacia.

Ahora bien, a estas delegaciones, especializadas en competencias concretas, el Govern Montilla ha añadido un tipo de delegación distinto, con un carácter político, difícilmente justificable, tanto porque la Generalitat carece de competencias en la materia, como porque constituyen un gasto público inútil. Este es el caso de la nueva delegación de Nueva York, antes lo han sido las delegaciones de París, Berlín o Londres, y próximamente se anuncian las de México y Buenos Aires, todas ellas dependientes del Departament de la Vicepresidència. Las relaciones internacionales son una competencia exclusiva del Estado -como es habitual en todos los estados federales- y no se sabe muy bien cuáles pueden ser las tareas que desempeñen estas oficinas exteriores, a pesar de que oficialmente se les asigne una larga lista de funciones, tan extensa como inconcreta.

No obstante, algunos síntomas empiezan a indicar que estas delegaciones están pensadas en clave política, para ejercer unas relaciones internacionales en que la Generalitat no es competente, más que para ejercer las funciones que le son propias. Un primer síntoma fue la penosa reacción de Carod en el asunto The Economist, diciendo que con una delegación propia, eso -el ejercicio del derecho a la información- no hubiera ocurrido. Un segundo síntoma es la personalidad de los delegados: el hermano de Carod-Rovira en París; el delegado en Londres estuvo trabajando en el partido independentista escocés y es el autor de una tesis doctoral sobre la materia; el de Nueva York, Andrew Davis, ha sido hasta hace muy poco un becario de la Generalitat para estudiar el nacionalismo en Escocia y Catalunya. En definitiva, se trata de personajes atípicos en una Administración, con un perfil más cercano al intelectual político que a un funcionario.

El síntoma definitivo ha sido la conferencia de Carod en Nueva York, más propia de un megalómano que de un gobernante serio. Tras decir que Catalunya ha sido "la puerta de entrada casi exclusiva de la modernidad científica, cultural, política y socioeconómica a la península Ibérica, en la que también están España y Portugal", idealizó al Principado catalán medieval diciendo que "tuvo su Parlamento mucho antes que Inglaterra y fue uno de los primeros pueblos en someter el poder absoluto de los monarcas a las reglas de las constituciones (...) e inventó también el embrión de las modernas embajadas con su Consolat de Mar, una mezcla de embajada y delegación comercial que extendió por todo el Mediterráneo". ¡En qué estaría pensando! Y concluyó: "El pueblo de Catalunya quiere que su gobierno tenga política internacional y que aborde con criterio propio los grandes debates del mundo del siglo XXI". Estupefacto, diría yo, está la mayoría del pueblo de Catalunya ante tamañas sandeces que, a pesar de ser ya habituales, no dejan de avergonzarnos.

Vamos a ver. Una comunidad autónoma es -como cualquier otro poder público- una organización sufragada con impuestos de los ciudadanos para conseguir unos fines establecidos en las leyes. El gobierno de una comunidad no puede desviarse de estos fines, no puede utilizar su cargo para proyectar su ideología. El señor Carod quiere que Catalunya sea un Estado independiente y está en su derecho de pensarlo y decirlo. Pero como gobernante no puede utilizar los recursos públicos para actuar como si Catalunya, una comunidad autónoma, fuera ya un Estado.

Esta nostalgia de un Estado propio es lo que determina estas injustificables políticas, aún menos legítimas cuando, en tiempos de crisis, se pide una mejora de la financiación. En tiempos de crisis, la financiación se mejora ahorrando en lo superfluo y, en todo caso, se empeora derrochando.

sábado, 2 de mayo de 2009