jueves, 30 de julio de 2009

Una lengua, un pueblo.


Joseba Arregui en El Periódico de Catalunya.

Algunos medios de comunicación se hicieron eco de unas palabras del presidente Montilla según las cuales la política lingüística de inmersión de las escuelas catalanas está al servicio de que Catalu- nya sea un pueblo, y un pueblo cohesionado. Más de un articulista se ha manifestado posteriormente en el mismo sentido y ha arremetido contra las críticas a esa política de inmersión lingüística porque ponen en peligro la realidad actual y futura de la existencia de un pueblo, estando el término uno tan subrayado como el término pueblo.

El término pueblo está acuciado del mismo problema que el término nación: nunca se sabe si el objeto de referencia es el conjunto de ciudadanos libres y sujetos de los mismos derechos, o si se trata de un conjunto definido por poseer una lengua común y por sentirse pertenecientes a la misma colectividad. Nunca se sabe si el término de referencia es la cultura y la lengua, o el sujeto político. Muchas veces se subraya el carácter cultural, pero dejando una puerta abierta a que suponga la base de un derecho político.

LA CONSTITUCIÓN española establece la pluralidad lingüística de España, aunque comete el error de jerarquizar normativamente la lengua española, error que podía haber evitado refiriéndose al valor de lengua franca del español. Algunos estatutos de autonomía, allí donde existe más de una lengua en el uso social, establecen la cooficialidad de dos lenguas: el español y el catalán o el euskera, o el gallego. Aunque también en estos casos se constata un esfuerzo por establecer una jerarquía entre las lenguas cooficiales: el catalán y el euskera son lenguas propias, cuando, al parecer, el español no lo es. El nuevo Estatut va más allá: el catalán será la lengua normal de la Administración catalana. Y el último Gobierno de Ibarretxe ha intentado, sin éxito, establecer que el euskera sea la lengua principal en la enseñanza.

Según la Constitución, la realidad lingüística plural de la sociedad española debe ser corregida hacia el reconocimiento de una lengua normativamente superior --al estipular su conocimiento como un deber--, hacia la ecuación una sociedad igual a una lengua, una lengua igual a una sociedad. Los esfuerzos políticos en Catalunya y Euskadi se dirigen en la misma dirección: una lengua igual a un pueblo, un pueblo igual a una lengua. Pero por copiar el error este no deja de ser error. En todo caso se agrava añadiendo un error más a algo que dificulta la convivencia en pluralidad.

El discurso de la España plural tiene su sentido: España, en cuanto Estado, no es algo homogéneo, pues en su interior existen distintas lenguas y distintas culturas. Hasta tal punto es plural España como Estado, que la condición de ciudadanía no está vinculada al sentimiento de pertenencia a la nación cultural española: alguien puede sentirse solo y exclusivamente vasco sin que por ello pierda sus derechos como ciudadano del Estado que es España. La diferencia entre España Estado, y España nación cultural, entre España nación política y España nación cultural es requisito imprescindible para la libertad de todos los ciudadanos españoles.

Pero este discurso de la España plural no adquiere todo su sentido si no se aplica de la misma forma a Catalunya, Euskadi y Galicia: también estas son plurales, y probablemente de forma aún más estructural y radical que España. La sociedad catalana, la vasca y la gallega son plurales en la medida en que sus ciudadanos son bilingües, en la media en que la gran mayoría de sus habitantes se sienten, en diversos y diferentes grados y mezclas, pertenecientes a varios ámbitos culturales, a varias naciones culturales, a Catalunya y a España, a Euskadi y a España, entendidas todas ellas como naciones culturales.

LA DIFERENCIA entre España Estado y España nación cultural es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos del Estado. De la misma forma, la diferencia entre Catalunya como ámbito político y la nación catalana, entre Euskadi como ámbito político y la nación vasca, es necesaria para la libertad de todos los ciudadanos catalanes o vascos. Anular esta diferencia implica estrechar el espacio de libertad, limitar el pluralismo específico de esas sociedades. Lo propio de las sociedades plurales no solo en el sentido ideológico, sino también en el sentido lingüístico, cultural y de sentimiento de pertenencia, es la misma identidad plural y compleja, y no alguno de sus componentes.

Las referencias a las relaciones de Euskadi con España --por muy amistosas que se planteen--, de Catalunya con España, implican tomar como punto de partida dos realidades homogéneas en sí mismas y mutuamente diferenciables, algo que no se compadece con la afirmación de la complejidad y pluralismo propios de esas sociedades. El discurso de un pueblo y una lengua, de una lengua y un pueblo, significa reducir la complejidad, limitar el pluralismo y poner en peligro la libertad.

Posdata: los esfuerzos por facilitar la comunicación interna en las sociedades plurilingües como la catalana y la vasca son legítimos. La inmersión no es el único camino. El uso de ambas lenguas cooficiales como lenguas vehiculares no implica la segregación de la comunidad educativa en comunidades lingüísticas.

Albert Boadella habla claro sobre el régimen catalán

miércoles, 29 de julio de 2009

Alberto Contador


Ahora que ha ganado su segundo Tour es buen momento para recordar las declaraciones que hizo el ciclista de Pinto a la revista ELLE:


"Mi lema en la vida es querer es poder. Cuando un español pelea por los primeros puestos todo el mundo se vuelca. Así que la bandera es algo que debería ser de todos, un orgullo, como en el resto de países" ... "Siento envidia de EEUU. Antes de cada carrera todos cantan su himno. A nosotros nos cuesta, tenemos que desprendernos del pasado".

lunes, 27 de julio de 2009

¿Y qué creen que pasaba hasta ahora?


Carlos Herrera en ABC.


A mi generación también le formaron el espíritu nacional. A los de mi aula, en concreto, nos lo formaba un señor no muy corpulento, de vocecilla prudente y aspecto algo asustadizo que llevaba por nombre Don Salvador. Recuerdo bien que arrancaba la clase y soltaba de carrerilla lo mismo que llevábamos años escuchando, de curso en curso, de viernes en viernes, sin que hubiera nada que lo detuviera o le hiciera vacilar. Podíamos estar todos los alumnos tirándonos las carteras de lado a lado del aula, como de hecho ocurría, que él no se inmutaba y proseguía con su monserga del Fuero de los Españoles. La calle de aquellos ya lejanos setenta bullía en deseos de oír nuevas proclamas, de poner nueva letra a los himnos cotidianos, de asistir a la llegada de la modernidad, de adelantar el futuro que todos decían antes o después había de llegar... y aquél señor tan monocorde seguía dando la matraca con aquello de que los españoles éramos poco menos que un pueblo elegido envidiado por el mundo entero. Faltaban un par de años para que se muriera el caudillo invicto y el régimen no contemplaba otra cosa que llenar de pajaritos absurdos la cabeza de los adolescentes que debían asaltar el porvenir cuatro días después. Cosas de las dictaduras. Hoy leo enternecido que la Generalitat de Cataluña contempla en su ley de educación formar a los niños como miembros de la nación catalana, más concretamente «cultivarlos en el sentido de pertenencia» a la misma. Es decir, lo mismo que intentaba hacer el pobre de Don Salvador... pero cuarenta años después: amasar los futuros sentimientos de los niños y lanzar al futuro legiones de nuevos catalanes correctamente instruidos en la autosatisfacción de pertenencia al pueblo elegido. Muchos se han alarmado por esta proclama pero no entiendo bien a qué viene ello: ¿y qué creen que han estado haciendo hasta ahora? La educación en las aulas catalanas está marcada desde hace tantos años como los que está transferida por la debida manipulación histórica y la no menos evitable doctrina nacionalista. En ningún momento se les habla a los alumnos de la Constitución ni se les crea ningún sentimiento de nexo común con otras «sensibilidades» históricas españolas. Sólo existe Cataluña y sólo a Cataluña deberán rendir cuentas en el futuro. El sentido de pertenencia es literalmente exacto: tú nos perteneces y serás como nosotros digamos que tienes que ser. De la Formación del Espíritu Nacional a la Formación del Espíritu Nacionalista. El Estatuto, al fin, habla de Nación y de Símbolos Nacionales, con lo que hay poco que discutir: España, si acaso, es una simple realidad administrativa de la que emanan algunos signos externos inevitables, como el pasaporte o el DNI, de los que no debemos renunciar a prescindir en un futuro, pero que, hoy por hoy, son necesarios para nuestra relación burocrática con el resto del mundo. El Tribunal Constitucional debería haber revisado ya la norma estatutaria para evitar que su desarrollo se convierta en una imposible marcha atrás, como de hecho va a ocurrir si es que a sus gandules señorías les da por retocar algún aspecto de su articulado. En tres años han sido incapaces de pronunciarse y no se dan cuenta que éstos en tres años diseñan un nuevo amanecer como Dios pintó a Perico.
La habilidad del nacionalismo para crear atmósferas de pertenencia a colectivos nacionales hace que ésta se desarrolle en cualquier materia: no se trata sólo de inducir el orgullo de pertenencia a una tribu a través de la geografía, cosa relativamente sencilla de conseguir mediante el estudio exclusivo de ríos y montañas del terruño; se trata, y lo consiguen, de hacerlo hasta en el estudio de matemáticas, que mira tú que son difíciles de manipular. Por otra parte, con esta proclama, no inventan nada nuevo. No veo yo motivo de sorpresa: de hecho, entre las pláticas insufribles de Don Salvador y esta técnica anunciada sólo ha habido un corto espacio de tregua allá por los últimos setenta. No sé de qué nos alarmamos.

Armas con ritmo.


Promo india de Rafael, industria armamentística israelí

Anuncio de armas de la mayor empresa israelí de armamento, Rafael, al más puro estilo Bollywood, con motivo de la recientemente celebrada Aero India 2009 en Bangalore.

domingo, 26 de julio de 2009

Cervantes, esquina a León.


Un artículo de Arturo Pérez-Reverte.


Me gusta la calle Cervantes de Madrid. No porque sea especialmente bonita, que no lo es, sino porque cada vez que la piso tengo la impresión de cruzarme con amistosos fantasmas que por allí transitan. En la esquina con la calle Quevedo, uno se encuentra exactamente entre la casa de Lope de Vega y la calle donde vivió Francisco de Quevedo, pudiendo ver, al fondo, el muro de ladrillo del convento de las Trinitarias, donde enterraron a Cervantes. A veces me cruzo por allí con estudiantes acompañados de su profesor. Eso ocurrió el otro día, frente al lugar donde estuvo la casa del autor del Quijote, recordado por dos humildes placas en la fachada –en Londres o París esa calle sería un museo espectacular con colas de visitantes, librerías e instalaciones culturales, pero estamos en Madrid, España–. La estampa del grupo era la que pueden imaginar: una veintena de chicos aburridos, la profesora contando lo de la casa cervantina, cuatro o cinco atendiendo realmente interesados, y el resto hablando de sus cosas o echando un vistazo al escaparate de un par de tiendas cercanas. Cervantes les importa un carajo, me dije una vez más. Algo comprensible, por otra parte. En el mundo que les hemos dispuesto, poca falta les hace. Mejor, quizás, que ignoren a que sufran.

Pasaba junto a ellos cuando la profesora me reconoció. Es un escritor, les dijo a los chicos. Autor de tal y cual. Cuando pronunció el nombre del capitán Alatriste, alguno me miró con vago interés. Les sonaba, supongo, por Viggo Mortensen. Saludé, todo lo cortés que pude, e hice ademán de seguir camino. Entonces la profesora dijo que yo conocía ese barrio, y que les contase algo sobre él. Cualquier cosa que pueda interesarles, pidió.

La docencia no es mi vocación. Además, albergo serias reservas sobre el interés que un grupo de quinceañeros puede tener, a las doce de la mañana de un día de invierno frío y gris, en que un fulano con canas en la barba les cuente algo sobre el barrio de las Letras. Pero no tenía escapatoria. Así que recurrí a los viejos trucos de mi lejano oficio. Plantéatelo como una crónica de telediario, me dije. Algo que durante minuto y medio trinque a la audiencia. Una entradilla con gancho, y son tuyos. Luego te largas. «Se odiaban a muerte», empecé, viendo cómo la profesora abría mucho los ojos, horrorizada. «Eran tan españoles que no podían verse unos a otros. Se envidiaban los éxitos, la fama y el dinero. Se despreciaban y zaherían cuanto les era posible. Se escribían versos mordaces, insultándose. Hasta se denunciaban entre sí. Eran unos hijos de la grandísima puta, casi todos. Pero eran unos genios inmensos, inteligentes. Los más grandes. Ellos forjaron la lengua magnífica en la que hablamos ahora.»

Me reía por los adentros, porque ahora todos los chicos me miraban atentos. Hasta los de los escaparates se habían acercado. Y proseguí: «Tenéis suerte de estar aquí –dije, más o menos–. Nunca en la historia de la cultura universal se dio tanta concentración de talento en cuatro o cinco calles. Se cruzaban cada día unos y otros, odiándose y admirándose al mismo tiempo, como os digo. Ahí está la casa de Lope, donde alojó a su amigo el capitán Contreras, a pocos metros de la casa que Quevedo compró para poder echar a su enemigo Góngora. Por esta esquina se paseaban el jorobado Ruiz de Alarcón, que vino de México, y el joven Calderón de la Barca, que había sido soldado en Flandes. En el convento que hay detrás enterraron a Cervantes, tan fracasado y pobre que ni siquiera se conservan sus huesos. Lo dejaron morir casi en la miseria, y a su entierro fueron cuatro gatos. Mientras que al de su vecino Lope, que triunfó en vida, acudió todo Madrid. Son las paradojas de nuestra triste, ingrata, maldita España».

No se oía una mosca. Sólo mi voz. Los chicos, todos, estaban agrupados y escuchaban respetuosos. No a mí, claro, sino el eco de las gentes de las que les hablaba. No las palabras de un escritor coñazo cuyas novelas les traían sin cuidado, sino la historia fascinante de un trocito de su propia cultura. De su lengua y de su vieja y pobre patria. Y qué bien reaccionan estos cabroncetes, pensé, cuando les das cosas adecuadas. Cuando les hacen atisbar, aunque sea un instante, que hay aventuras tan apasionantes como el Paris-Dakar o mira quien baila, y que es posible acceder a ellas cuando se camina prevenido, lúcido, con alguien que deje miguitas de pan en el camino. Le sonreí a la profesora, y ella a mí. «Bonito trabajo el suyo, maestra», dije. «Y difícil», respondió. «Pero siempre hay algún justo en Sodoma», apunté señalando al grupo. Mientras me alejaba, oí a algunos chicos preguntar qué era Sodoma. Me reía a solas por la calle del León, camino de Huertas. Desde unos azulejos en la puerta de un bar, Francisco de Quevedo me guiñó un ojo, guasón. Le devolví el guiño. La mañana se había vuelto menos gris y menos fría.

viernes, 24 de julio de 2009

Carlos Segarra y Los Rebeldes


Una columna de Loquillo, en El Periódico de Catalunya.


Verano del 77, el verano de Sam y de la explosión punk. En el tablón de anuncios de la tienda Gay & Company de la calle del Hospital de Barcelona hay uno que no tiene desperdicio: "Se buscan rockers para montar banda de rock and roll. Abstenerse hippies". Carlos Segarra es el único que responde. Hijo del barrio de Sants, 15 años, admirador de Litle Richard, Los Salvajes y Los Beatles en su etapa en Hamburgo. En poco tiempo, y gracias a Kaki, líder intelectual de los teddy-boys barceloneses, se patea locales como L'Angelot o Trabanqueta, donde canta versiones de los clásicos de ayer y hoy. Su aprendizaje coincide con la ascensión del movimiento rocker, que desplegó a finales de los años 70 su iconografía por las calles de Barcelona. En el 79 funda Los Rebeldes y en el 80, junto a Moisés Soroya y Aurelio Morata, crea la mítica formación con la que será conocido en todo el país. Telonean a Los Ramones y a Chuck Berry.
Su aparición en el legendario programa de televisión La edad de Oro rompe los esquemas a más de uno en plena movida madrileña. Durante los siguientes 30 años, Carlos Segarra se convierte en el santo y seña del rockabilly español. Su influencia se deja sentir en toda la piel de toro, clones de Rebeldes aparecen por todas partes... Doy fe.
Nunca tuvo el beneplácito de la critica sesuda. El legado tardofranquista de odio a todo lo que huela a cultura yanqui lo impidió. Eso y su éxito planetario, que hizo de Los Rebeldes ser pasto de radiofórmulas con canciones que han pasado a la memoria popular como Mediterráneo o Bajo la luz de la luna.
Abandonó Catalunya hace años, como tantos otros. Vive frente a su Mediterráneo, en un pequeño pueblo alicantino. Tras vender más de un millón de copias y con 14 discos en el mercado, el próximo día 28 grabará un directo con el sello independiente barcelonés Mitic Records en la sala Luz de Gas, rodeado de todo el rockerío patrio sin subvenciones ni apoyo institucional. Es considerado por la comunidad de guitarristas como un maestro: dicen que nadie toca como él. Lástima que los programadores del festival de guitarra de Barcelona vivan en la inopia.
Esto es rock and roll.

jueves, 23 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (y XIII)


Con la sesión de hoy acabo la serie dedicada al libro de Jiménez Losantos. Un libro que explica como empezó a calar el virus nacionalista en nuestra Comunidad Autónoma.



Es lógico pensar que las razones aducidas por los responsables de la política educativa en este futuro "normalizador", verdadera puntilla del despojamiento absoluto material y espiritual de los españoles inmigrados, serán de una autoridad intelectual y moral incontrastables. Porque hace falta mucha autoridad moral, si se tiene la material o política, para planificar algo tan escalofriante como el que la mitad de los niños de una comunidad hayan de perder su lengua y su cultura si quieren aprender una carrera y prosperar socialmente. Lo seguro es que esta vez las razones son igualmente patrióticas, aunque la bandera haya cambiado. Así las expusieron en la TV catalana en un programa de supuesto debate, en la noche del 15 de septiembre pasado, con motivo de la presentación del citado decreto sobre la enseñanza del catalán por parte del Director General de Enseñanza de la Generalidad y dos "teóricos" más, que contentaban, más que contestar, las preguntas del periodista -conductor del programa-. Cómo habría concebido este último tal sospecha, no lo sé, pero el hecho es que planteó la cuestión de si pudiera darse, como algunos han hecho correr, algún "trauma" entre la población esolar de lengua materna castellana al cambiar de lengua de enseñanza y recibirla paulatinamente "en" catalán en su totalidad.
-¿Trauma? -respondió un invitado- No. Porque como será un idioma al que estarán habituados desde pequeños -la enseñanza primaria será en lengua materna ("sea castellano, gallego o árabe" dijeron, tal como suena) junto a clases de catalán y, progresivamente, clases en catalán- al llegar al bachillerato y a la universidad es un idioma que dominarán perfectamente. Por otra parte -añadió- más trauma sería que no llegaran a convertirse en ciudadanos catalanes, con todos los derechos y posibilidades...
¿Creerán que alguien terció en la charla para recordar que el mismo "trauma" es el que con tanta razón vienen denunciando los educadores catalanes, por el que la mitad de los niños de Cataluña se veían obligados no sólo a perder su lengua propia sino a situarse en grave desventaja con respecto a los que dominaban mejor la lengua del profesor? Pues no. Se ve que hay niños con derecho a trauma y otros, más pobres pero más curtidos, que por su inferior condición social y cultural quedarán más que agradecidos por irles "adeprendiendo" la lengua que, graciosamente, les proporcionará una cultura con la que nunca pudieron soñar. ¡Qué suerte!

miércoles, 22 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (XII)


Hoy Losantos sigue escribiendo sobre Jesús Royo.


Tras este intercambio postal Jesús Royo había descubierto la mitad de la verdad: que dentro de los muros de la Generalidad escribir una nota en castellano, simplemente, está prohibido. Le faltaba por conocer la otra mitad: que para las gentes cómo él, heresiarcas frente a la religión tribal, no sólo está prohibido escribir en castellano, sino también en catalán.
De esto último se enteraría al buscar editor para su ensayo "Arguments per al bilingüisme", para muchos la mejor reflexión teórica sobre el problema de las lenguas en Cataluña. Así, una vez elaborado el libro, más de cincuenta editoriales de Barcelona recibieron el manuscrito para someter a su consideración la posibilidad de publicarlo. Las respuestas que recibiría de ellas el autor serían cualquier cosa menos sorprendentes.
A los editores el original les había parecido un trabajo magnífico. En consecuencia, tras felictarlo efusivamente todos le manifestaban que estarían encantados de verlo publicado... en cualquier otro sitio. "El trabajo es muy interesante, espero que pronto podrá editarlo otra editorial" (Grijalbo Mondadori). "Un valiente soplo de aire fresco en una atmósfera cargada de servilismo y cobardía generales" (Vívora Comix). "El tema es importante y la mayoría de ciudadanos de Cataluña están de acuerdo con el planteamiento que usted hace" (Reverte). "Nos ha llamado mucho la atención por su calidad" (Obelisco). "Una obra interesante y bien argumentada" (Edhasa).
En fin, Jesús Royo tenía sobrados motivos para estar satisfecho. Al menos, ninguno de aquellos cincuenta editores avisó a los Mossos d´Esquadra tras leer el texto, que es lo que hizo la dirección de supartido, el PSC, cuando en 1996 intentó distribuir una edición artesanal de su obra entre los militantes que participaban en el congreso de esa formación en Hospitalet del Llobregat. De este modo, gracias a la intervención de la fuerza pública, el eterno alcalde extremeño de Hospitalet Celestino Corbacho, la onubense Manuela de Madre y el cordobés José Montilla, tres dirigentes socialistas que se expresan habitualmente en "catañol", la jerga del extrarradio de Barcelona que practican los que no dominan ninguno de los dos idiomas, lograron impedir que un catedrático de catalán les explicara que hasta ellos tenían derecho a la dignidad

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (XI)


Hoy Losantos escribe sobre Jesús Royo.



Jesús Royo Arpón es catedrático de Lengua y Literatura Catalana desde hace más de tres décadas. Como tantas otras veces a lo largo de su carrera docente, al profesor Royo le tocó en suerte cargar con la instrucción de un expediente disciplinario a un alumno que había faltado al rspeto a una profesora. Pero esa vez eligió redactar su informe en castellano. "Lo hice en castellano: no voy a explicar el motivo -dijo él mismo-, sencillamente porque no creo que nadie tenga que justificarse por hablar en una lengua oficial. Lo hice en castellano porque sí. La Junta Directiva no me lo aceptó...". Así empezó esta asombrosa "novela ejemplar" sobre la anormalización.

Respuesta de la Junta:

Estimado Jesús:
Me hago con tu informe de la instrucción de J.B. que me hiciste llegar justo antes del inicio de la reunión de la Comisión de Convivencia del Consejo escolar, el pasado martes, 27 de Octubre.
Al empezar a leerlo me extrañó que estuviera en castellano ya que el catedrático de lengua y literatura catalana es rigurosamente competente en lengua catalana. Por otro lado, la lengua vehicular del centro es el catalán y nos gustaría que todos aquellos componentes de la comunidad educativa que son competentes en catalán realizaran sus actividades académicas y extraescolares en catalán. Por tanto, te agradeceríamos que nos hicieras llegar el informe de la instrucción en lengua catalana.
Muy cordialmente,
Josep


Respuesta a la Junta:


Apreciado Josep:
Lamento que por mi culpa se haya creado un pequeño conflicto con relación a la lengua en que se ha hecho mi informe. Como ves, te escribo en catalán, renunciando -¡una vez más!- a mi derecho. Pero, si se trata de no escandalizarse, cedo, no pasa nada.
¿Por qué opté por hacer el informe en castellano? La verdad es que no tendría por qué justificarme. El castellano es la lengua oficial de Cataluña, es mi lengua materna, y la lengua de la mitad de los catalanes (75 por ciento de los chicos de Mataró). Más bien deberíais ser vosotros quienes tendríais que justificar por qué no aceptais con total normalidad un informe en castellano. Pero te lo voy a decir: en una reunión del Foro Babel -del que soy miembro fundador- con los dirigentes de EUiA (Esquerra Unida i Alternativa), uno de ellos mantenía que cada cual es totalmente libre de impartir clases u otras actividades académicas en castellano. Yo le aseguré que al día siguiente tenía que presentar un informe, y le prometí que lo redactaría en castellano, a ver qué pasaba. El resultado está a la vista.
Para mí, la conclusión está clara: el castellano no se puede utilizar con normalidad en el instituto. Sólo es tolerado en una conversación espontánea, no reglamentada, o como una conducta por defecto. Si no eres competente en catalán. ¡Cómo si hablar en castellano fuera una anomalía, una deficiencia o una anormalidad! Exactamente igual que hace cien años, cuando se toleraba el uso del catalán nada más a quien no dominase el castellano.
La verdad, me siento un poco desencantado. Yo que he luchado toda la vida para que en Cataluña todos tengan los mismos derechos, todos puedan hablarse en su lengua y entendernos todos en las dos lenguas, ahora resulta que estamos allí mismo, con una lengua obligatoria y otra lengua prohibida. Hemos cambiado la lengua, pero no el escenario: continuamos haciendo la misma comedia.
Para mí, el derecho al catalán no pasa por la prohibición del castellano. Más bien todo lo contrario: el derecho al catalán es un caso particular del derecho a la lengua. Por lo tanto, quien prohiba el uso del castellano se está cargando también el derecho al catalán. ¡Cuidado!
Pero, además, estoy seguro de que este derecho es perfectamente legal: es decir, que os habeis pasado de rosca en vuestra interpretación de "lengua vehicular". Que sois más papistas que el Papa, en fin. Lo dicen muy claro desde el Estatuto ("La Generalidad garantizará el uso en pie de igualdad de las dos lenguas") hasta la Ley del Catalán, según la cual cualquier ciudadano puede dirigirse a la Administración en la lengua oficial que prefiera. Sobre esto, quiero hacer una consulta al Síndic de Greuges: ya os enviaré la respuesta.

Un abrazo,
Jesús


Losantos sigue explicando las aventuras de Royo. Os resumo. Se pone en contacto con los que por entonces eran el Síndic de Greuges y el Defensor del Pueblo, Cañellas y Álvarez de Miranda respectivamente...El intercambio de misivas es muy interesante y el resultado la Catalunya que tenemos hoy en día.

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (X)


Hoy os invito a leer un trozo más largo de lo habitual del libro de Losantos. Un poco largo pero sumamente interesante.



Y es que "Em dic Paco" es el muy inverosímil título de una novelita que el Servicio de Enseñanza del Catalán de la Consejería de Educación "recomienda" cada año para que sea leída y "trabajada" en todos los institutos de enseñanza secundaria de Cataluña.
El héroe positivo de la historia de Paco es un adolescente de padres andaluces nacido en Ciudad Badía, uno de tantos municipios del cinturón indiustrial de Barcelona poblado por castellanohablantes. El de Paco es un drama shakesperiano: ya en la primera página el lector es avisado de que un letal ácido metafísico corroía sus entrañas desde la más tierna infancia: Paco tenía "sed de ser". Sed, sí, porque en los recurrentes viajes veraniegos a Cañete de las Torres, el pueblo de la provincia de Córdoba -muy próximo a Iznájar, por cierto- donde nacieron sus padres, Paco veía que él no era andaluz, como ellos y su hermano mayor, un lerdo llamado Manolo. Sin embargo, en su fuero interno algo le decía a Paco que su catalanidad resultaba, por incompleta, deficiente.
Tras este comienzo, el lector puede temer que el fatal desajuste identitario sólo terminará cuando el chaval se tumbe en el diván de algún psicoanalista argentino o uruguayo, pero que haya obtenido el preceptivo Nivel C de catalán. Y es que sólo un entorno muy sensibilizado por la angustiosa necesidad que sufría Paco de dotarse de una personalidad genuinamente catalana podría salvarlo del vacío existencial. Ese entorno lo acogerá cuando por primera vez en su vida salga del barrio para cursar el bachillerato en la capital de la comarca. Sabadell, sí, tan cerca y tan distinto, será el nuevo mundo en el que Paco abrazará, al fin, su verdadera identidad. Un propósito que logrará gracias al auxulio impagable del profesor de catalán del instituto:

"Cada nueva palabra adquirida y usada le ayudaba a que desapareciese una antigua niebla y hacía crecer una nueva raíz...Ahora ya sabía quién era, qué era, de dónde era. Él era...como ellos, normal como ellos...Entre los catalanes normales pasaba por un catalán normal".

¿Lo era? No. tras el éxtasis cotidiano de asistir a clase en un instituto catalanista de Sabadell, Paco no tenía más remedio que volver al sórdido hogar paterno. Terrible martirio, dado que allí se veía obligado a ocultar ante su progenitor, un individuo aún más primario que su hermano Manolo, que su lengua propia, la única, había pasado a ser el catalán.

"Estaba cansado de sus padres... eran cerrados, muy cerrados, a la suya, siempre a la suya, cabezotas anticuados... Le hubiera gustado tener unos padres como los de Marta..., distinguidos, con un talante mucho más abierto que el de los suyos".

Marta, sí, criatura de acreditada y distinguida catalanidad, es el regalo de los dioses a Paco en forma de compañera de pupitre. Con Marta, Paco no sólo descubrirá el sexo, sino algo más excitante: el amor ciego a Cataluña. Será ella -Marta, no Cataluña- quien lo introduzca en la lucha militante para lograr la independencia de los Países Catalanes. Además, gracias a Marta, entablará amistad con Dani, que se constituirá en el compañero inseparable con quien acudir a las manifestaciones en solidaridad con los separatistas detenidos por la Policía Nacional (que no por los Mossos). El mismo Dani que, después, lo escoltará en los lanzamientos de cócteles Molotov, cuando los tres jóvenes se integren en una banda terrorista que compagina el combate por la ruptura definitiva de España con la defensa de un modelo catalán de desarrollo sostenible.
Al fin tras varias arriesgadísimas acciones de comando contra una promotora inmobiliaria que pretendía edificar una urbanización en medio de un bosque de flora autóctona, Paco concluye su epopeya iniciática sabiéndose, de una vez por todas, catalán de pura cepa, libre de aquella sed que lo torturó desde la cuna. Al final del viaje a Ítaca, o sea, a Sabadell, será ya Francesc, un catalán "como ellos, normal como ellos".
Porque ésa, la nacionalsita y antiespañola, es la única y real "normalización".
Uno de los más distinguidos intelectuales catalanes, criado en la izquierda y proclive, por tanto a caerse del guindo demasiado tarde, me escribía recientemente a propósito de Paco y su circunstancia:

"¿Cómo definir todo ese estado de cosas? ¿Cómo llamar a un sistema en el que todos los partidos son el mismo partido, porque todos comparten idéntico programa máximo? ¿Cómo bautizar a un régimen así, que construye la memoria colectiva proscribiendo sistemáticamente del recuerdo a las individualidades que abjuraron de su canon identitario? ¿Cómo referirse a un poder que ni suprime las elecciones, ni tortura, ni asesina, pero que cada día se propone con todos los recursos a su alcance colonizar las conciencias de la gente? ¿Con qué término describir un mundo como el de la Cataluña de los últimos treinta años, un lugar donde todos los periodistas, sin excepción, se ponen de pie para aplaudir a los políticos al concluir las sesiones parlamentarias importantes? (se refiere al nuevo Estatuto de Cataluña) ¿Cómo verbalizar de modo sinético la miseria civil de una comunidad que compite por proclamar persona "non grata" a su mayor artista escénico, Albert Boadella, un hombre que pagó con la cárcel por defender sus libertades cuando estaban proscritas? ¿Con qué expresión aprehender el estado moral de una sociedad en la que se puede manipular, tergiversar, censurar y acallar hasta la voz de su más ilustre compatriota el Presidente Tarradellas, aún vivo, sin que nadie reaccione ni proteste?"

Pero él mismo se contesta con otra historia:

"Ningún periódico catalán ha querido malgastar una gota de tinta explicando la pequeña historia de José Cabezas March, el ex conductor del coche oficial del consejero de Educación Joan Maria Pujals. Cabezas se vería degradado a simple conserje tras descubrir el hombre que transportaba en el asiento de atrás que había osado denunciar -inútilmente- al colegio público Reyes Católicos por negarse a escolarizar en castellano a su hijo de cuatro años. La pequeña historia borrada del ex conductor Cabezas, simple crónica administrativa de la bajeza humana encierra la metáfora más esclarecedora sobre la Cataluña actual que quepa imaginar. Y por ello condenada al olvido."

Todo es empeorable. Pero el olvido casi nunca triunfa del todo.

lunes, 20 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (IX)


Hoy Losantos escribe sobre Lluís Aracil el que fuera presidente de la Asociación Internacional de Sociolingüística y creador de todos y cada uno de los fundamentos teóricos de la política lingüística que llevarían a la práctica los nacionalsitas una vez en el poder, empezando por el propio concepto de normalización.
Pero ocurrió que a Aracil dejó de parecerle normal la normalización cuando comprobó por sí mismo los estragos psicológicos que producía en las mentes indefensas de los escolares castellanohablantes sometidos al delirio identitario de la Generalitat. Este es un trozo de la entrevista que por entonces Ivan Tubau le hizo en El Mundo.



-No hay que hacer trampas. Yo no soy de Cataluña. Soy valenciano. ¿Cuál es mi lengua materna y lo será siempre? El castellano. Y no disimularé. No soy hijo de puta: mi madre me lo impidió. La lengua materna es aquella en la que empiezas a expresarte, no la de un territorio. La única persona de mi entorno que usaba la lengua en la que estamos hablando tú y yo ahora (la entrevista con Tubau se desarrolló en catalán) era una criada de Almenara. Quise aprender esa lengua para hablar con la criada y con otras gentes de mi país. Aprendí para abrirme, no para cerrarme. Lo cual significa que soy lo contrario de Pujol o Arenas.
En el pasado me definí como catalán. Fuí víctima, como otros, de un quid pro quo: creí que un determinado proceso histórico tenía que ver con la dignidad humana. Y tenía que ver, pero en sentido contrario al que yo creía: la inmersión de los niños castellanohablantes de Cataluña en el catalán atenta contra la dignidad humana. Yo soy un humanista, y un humanista jamás aceptará que se machaque al hombre. "¡Es que la Virgen de Monserrat quiere que machaquemos a los niños!", dirán. El humanista antes machacará a la Virgen de Monserrat que a los niños. No dudará ni un momento. Nunca he hablado de la lengua como si fuera alguien. Para mí, alguien es la gente. Para los inmersores la lengua no es la gente, es la patria. Si yo tuviera una patria sería Europa, más precisamente el humanismo europeo. Y el humanismo europeo relacionaba la lengua con la gente y con una obra humana. ¿Sabes por qué esos odian el castellano? porque es el ejemplo que ellos han rechazado. Es la dignidad de Europa, y ellos son lo contrario.

domingo, 19 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VIII)


Seguimos recuperando fragmentos del último libro de Jiménez Losantos.


Cuando realmente se acabó cualquier respeto total o parcial al bilingüismo no fue con la llegada de Franco, es decir, de los voluntarios catalanes del Tercio de Monserrat, sino con la llegada de la propia Marta Mata al poder político en materia lingüística. Pero eso fue a partir de 1980, cuando la acción concertada de Pujol y la izquierda nacionalista del PSC y del PSUC liquidó la "normalización" real e histórica de la época republicana.
Así fue mientras presidió la Generalidad Josep Tarradellas, de acuerdo con el Gobierno de España a la sazón presidido por Adolfo Suárez. Xavier Pericay recuerda en sus memorias cómo se solucionó entonces un problema que, realmente de forma implacable por la conmovida Marta Mata y otros pedagogos progresistas, ha acabado provocando una fractura civil acaso irreparable en la sociedad catalana.

"Iñigo Cavero, el ministro de Educación y Ciencia de los primeros gobiernos de UCD, se había desplazado a Barcelona para negociar con Tarradellas la introducción de la lengua catalana en la enseñanza. Y lo había hecho con una propuesta muy definida. Pero Cavero no veía demasiado claro que el presidente de la Generalitat se fuera a avenir. Al fin y al cabo, por mucho que los tiempos hubiesen cambiado, el hombre con quien tenía que llegar a un acuerdo había sido en diversas ocasiones consejero de la Esquerra Republicana de Macià y Companys. Y, para aquella Esquerra, no existía más lengua de la enseñanza que el catalán. El primero en hablar fue el ministro. El Gobierno español era partidario de la implantación de un bilingüismo que reflejase, en el uso y el aprendizaje de las lenguas, el equilibrio que ya se daba en la esfera social y que la Constitución y el Estatuto elevarían al cabo de poco tiempo al rango de ley. O sea, la paridad, la estricta paridad lingüística. Tarradellas lo escuchó con su proverbial buena educación y, al acabar, le dijo: Me lo ha quitado de la boca. Es exactamente lo que yo iba a proponerle".


Eso era la "normalización" del bilingüismo, es decir, la legalización de los derechos cívicos de las dos grandes comunidades lingüísticas de Cataluña, la que tiene como lengua materna el castellano y la que tiene el catalán, camino hacia una convivencia bilingüe, democrática y razonable. Pero la izquierda convertida al nacionalismo no quería la "normalización" del catalán, sino la "anormalización" del castellano. La propia Marta Mata, el 14 de Mayo de 1981, presentó una proposición no de ley en nombre del Grupo Socialista para que recuerdos de infancia similares a los suyos no pudiesen ser compartidos en el futuro por ningún otro catalán.

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VII)


Losantos vivió el 23-F en Barcelona.


Recuerdo la faz lívida y aburrida de Pere Portabella bajo la lluvia. Iba como sonámbulo. Después de ver aquello y de enterarme de que en el País Vasco ni siquiera se manifestaba nadie en favor de la libertad por falta de acuerdo entre partidos (muchos nacionalistas vascos durmieron esa noche, como muchos nacionalistas catalanes, en Francia), me fui a casa sin esperar el fin de la que, más que manifestación, fue inhibición. No llegué a ver el portazo del Parlamento catalán en las narices de los manifestantes, pero creo que UGT y Comisiones perdieron la última ocasión en su vida política de hacer honor a sus presos, a sus muertos, a sus despedidos y a sus desherados derribando la puerta de un edificio que sólo es sede de soberanía cuando le trabajan otros la libertad.
Antes de aquella noche había decidio irme de Barcelona por razones morales y políticas. Después de aquella noche me alegré de haber tomado esa decisión por razones de higiene ciudadana, de pulcritud ética, de aversión a tanta mugre tribal, cobarde en su miseria, miserable en su cobardía. Cuando se encuentra alguien o a algo para echarle la culpa de todo, es fácil no tener la culpa de nada ni correr el menor peligro porque, al fin y al cabo, lo malo es siempre ajeno, siempre viene de fuera. Eso es el nacionalismo. De ahí su éxito.

sábado, 18 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (VI)


Jiménez Losantos nos cuenta como con la llegada de la Democracia la izquierda catalana apuesta por el nacionalismo.



Que los nacionalistas buscasen el exterminio del español en la Administración, la Educación y todos los ámbitos de la vida pública, empezando por los medios de comunicación públicos, es un ejercicio de depotismo tiránico, émulo del primer y peor franquismo, pero bastante lógico. La dictadura no es un anhelo privativo de ningún pueblo ni lengua, y la paranoia lingüística es comprensible, aunque compensable y negociable entre los representantes de una lengua minoritaria pero socialmente superior, como el catalán, y los de otra mayoritaria pero socialmente inferior, como el castellano. Siempre, claro, que una no trate de exterminar a la otra aduciendo que de otra forma no podría sobrevivir, porque eso supone el atropello de los derechos civiles de la mitad de la población y porque es algo que desmiente la historia del catalán en Cataluña, con sus muchos vaivenes de apogeo y perigeo, auge y penuria, sin presencia significativa de la inmigración. A finales de los setenta, después de dos elecciones generales democráticas, uno podía entender, aunque lamentase, el asimilismo lingüístico nacionalista. Lo que no se podía entender, salvo como ejercicio de cipayismo rastrero, es que fuera la izquierda, tradicionalmente antinacionalista y, en el caso del PSOE, proclamadamente española, la que compartiera esas tesis que llevaban al apartheid lingüístico a su propia base social.
Nada hubiera sido más fácil para esa izquierda que responder a los políticos catalanistas de derechas y a los obispos ultranacionalistas de esa cuerda que mientras la Dictadura favorecía extraordinariamente a la periferia industrial frente al interior de España y mientras reprimía ferozmente a la oposición de izquierdas o simplemente liberal y democrática, ellos no sólo llevaban la camisa azul y hacían grandes negocios bajo, con y desde el Régimen, sino que introducían a Franco bajo palio en Monserrat, agradecidísimos por haberles salvado el pellejo, la fábrica y la parroquia durante la Guerra Civil. Que lo hiciera la derecha neocatalanista tenía, aunque falsa, explicación. ¡Pero que lo hicera la izquierda! ¡Que los "rojos" de ayer fueran los grandes impulsores del nacionalismo de hoy! ¡Y que no hubiera intelectuales catalanes para combatirlos!

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (V)


La dosis diaria del libro de Jiménes Losantos.


El PSUC y el PSC trataban de legitimar una campaña de reescritura de la historia de Cataluña que los emparejaba con Pujol, la ERC de Barrera y el PSAN (Partit Socialista d´Alliberament Nacional), la extremísmia izquierda de la que surgió el terrorismo nacionalista, a imagen y semejanza del País Vasco. Según esa revisión histórica, que era y es una vil falsificación, Catañuña, así, en bloque, había sido una víctima de la Guerra Civil "española" y la persecución de la lengua catalana durante el franquismo no era sino la manifestación de la voluntad de exterminio de la nación catalana por España. De ahí la xenofobia que no ocultaban los nacionalistas. "Los inmigrantes no nos han traído beneficios", decía Heribert Barrera en esos mismos años, sin suscitar rechazo en comunistas y socialistas, porque no alteraba su corral de votos. Y Pujol, en su libro "La emigración, problema y esperanza de Cataluña", sostiene que el inmigrante de los años sesenta, mayoritariamente andaluz, era un ser culturalmente nulo, socialmente desarraigado y que, si no se integraba plenamente en su nueva sociedad (o sea, si no se catalanizaba por completo, él o sus hijos) , podía incluso "destruirla".
Se imponía, por tanto, para el nacionalismo derechista, la asimilación cultural del inmigrante mediante la extirpación de sus señas de identidad culturales, que en realidad no tenía ("Los emigrantes no tienen cultura -se nos decía a los que entonces reclamábamos sus derechos-; no se puede defender lo que no se tiene"). Y su lengua materna, cuando precisamente el catalán como lengua materna era la raíz y la base de esa cultura catalana sobre la que los nacionalistas querían "reconstruir" o reinventar su nación, era el elemento que había que proscribir, porque "amenazaban" al catalán. Tuvo que morirse Franco para acostumbrarnos a oír que "el catalán está más amenazado que nunca", salvo que se extirpase la presencia del español en Cataluña, olvidando así la tradición bilingüe oficial de Cataluña desde antes del siglo XV en la Corona de Aragón, como prueba su Archivo, hoy recluído en Barcelona. Y la de la sociedad civil y literaria, como prueba Boscán de Almogávar, el gran amigo de Garcilaso, a comienzos del XVI.

jueves, 16 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (IV)


Hoy os invito a leer el trozo del libro donde Losantos nos habla del Partido Socialista de Andalucía (PSA). Aquel partido que obtuvo dos diputados en el Parlament de la Generalitat.


El trabajo sucio de boicotear la candidatura andalucista o inmigrante corrió fundamentalmente a cargo del PSUC, que era con mucho el partido más poderoso en la Cataluña de entonces. Los argumentos principales fueron que los inmigrantes estaban perfectamente representados por ellos, cosa natural. Luego, que sus derechos culturales y cívicos estaban garantizados mientras Cataluña tuviera una mayoría de izquierdas, cosa rigurosamente falsa, y, sobre todo, que Rojas Marcos intentaba revivir la figura de otro Alejandro, "don Ale" Lerroux, cosa disparatada, falsa, hedionda y miserable. Resultaba sorprendente que dos partidos presuntamente izquierdistas y formalmente españoles como el PCE-PSUC y el PSC-PSOE atacaran a Lerroux, cuya época barcelonesa fue ferozmente izquierdista y tuvo una amplísima base popular en los sectores catalanes que se oponían a la derecha nacionalista, reaccionaria y clerical.
Pero eso, la realidad histórica, a la brigada de propaganda del PSUC le daba igual. Decía, por ejemplo, la portada de L´Hora, "El setmanari de Catalunya: ¿Per qué volen enfrontarnos?"; y bajo una fotografía de Rojas Marcos hablando en el Parlamento aparecía una caricatura del difunto político republicano sentado en el micrófono, titulada: "Alejandro Lerroux Rojas Marcos". O sea , que se acusaba al posible competidor del PSC y el PSUC en la representación democrática de la Cataluña inmigrante de provocar una división entre los ciudadanos de Cataluña, un conflicto civil, una guerra con los catalanes de origen, sin que hubiera una sola palabra del aludido que lo justificase. Peor aún: la existencia real, no hipotética, del Partido Radical probaba lo contrario: un españolista como Lerroux pudo coexistir con el catalanismo de derechas y de izquierdas, y en una época mucho más dura, la del terror revolucionario anticlerical y la del pistolerismo patronal y sindical en Barcelona. Era la lucha entre izquierda y derecha, no la nacional, lo que primaba entonces, pero, en todo caso, si se seleccionaba sólo lo nacional, ¿no debería ser la posición integradora de Lerroux y no la desintegradora del nacionalismo catalán la que asumieran socialistas y comunistas, que se presentaban como representantes de la inmigración de toda España?

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (III)


Otro ejemplo de lo que podemos leer en el libro de Losantos.


...Pero aún había sido más revelador de lo que se nos venía encima el I Congreso de Cultura Catalana, celebrado en la clandestinidad, en la abadía de Monserrat. Yo había ido en coche con mi querido Carles Santos. Pero una vez allí dentro, con unos trescientos o cuatrocientos particpantes y en el que se preveía soporífero turno de intervenciones, una dirigente de Comisiones Obreras con acento andaluz pidió perdón a los presentes por no hablar catalán, pero aseguró que en el futuro inmediato pensaba aprenderlo bien. La ovacionaron mucho, pero yo me quedé estupefacto. ¿Ese era el futuro que el PSUC y CC.OO. habían diseñado para la clase obrera: renunciar a su lengua materna, que era para la inmensa mayoría de los militantes, prácticamente la totalidad, el castellano? ¿Para eso nos la jugábamos? -le decía yo indignado, a Carles Santos volviendo en su coche a Barcelona-, para que a la persecución del catalán le sucediera ahora la penitencia pública por hablar castellano? por supuesto, Carles Santos estaba en contra. Por supuesto, no iba a dejar el PSUC por eso, cuando la situación del franquismo era aún fuerte y la del antifranquismo tan débil. Entonces, ¿por qué la debilitaba el PSUC con esos autos de fe político-lingüísticos? Al final, todo se resolvería con la democracia, decía Carles. ¡Cómo iban a sustituir, ellos, precisamente ellos, o sea, nosotros, una dictadura como la que padecíamos por otra!

miércoles, 15 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70. (II)



Un trocito del libro de Federico Jiménez Losantos.



Un día recibí una invitación a no sé que conferencia, ciclo o lo que fuere de la Fundación Miró, con la particularidad de que la carta iba dirigida a "Frederic Jiménez". Traté de que no se repitiera mi rebautismo, pero la vía burocrática no funcionó. Al final, se me dijo que era el criterio de la Fundación para la normalización del catalán. Así que, en no me recuerdo qué acto, me encaré con Francesc Vicens, dirigente del PSUC que había sido expulsado por Carrillo junto a Claudín y Jorge Semprún por veleidades aperturistas y que era el factótum político de la Miró. Después de explicarle mis infructuosos esfuerzos, le dije:
- Verás, resulta que yo me llamo Federico y no Frederic, como pone en esa invitación. Y si tú tienes derecho a llamarte Francesc y no Francisco, yo tengo el mismo derecho que tú a llamarme con el nombre que me pusieron al bautizarme. No pienso renegar de mi origen. ¿Éste es el respeto que tenéis aquí por la lengua ajena, después de tanto quejaros por la persecución de la vuestra? ¡Ni Carrillo!
- Pero hombre, si eso es un gesto de deferencia hacia tí! ¡Si es porque te consideramos de casa, parte de esta Cataluña democrática que está naciendo! y deja de estar lo de Carrillo, que fue un acto dictatorial que no viene a cuento.
- O sea, que para ser ciudadano de pleno derecho en Cataluña tengo que renunciar a mi identidad porque si no tú no estás a gusto en la tuya, ¿no? Pues mira, prefiero que no me invites a nada, no sea que parezca voluntario. Como tu expulsión del PSUC, vamos. Y tiene mucho que ver: libertad o dictadura, esa es siempre la misma cuestión.

lunes, 13 de julio de 2009

La ciudad que fue. Barcelona, años 70.


A partir de hoy voy a dedicar una serie de "post" al libro de Federico Jiménez Losantos. El muy recomendable:" La ciudad que fue. Barcelona, años 70". Os invito a leer unas lineas...


Publicábamos por afinidad intelectual y lo hacíamos en las dos lenguas de Cataluña desde el siglo XV, que son el catalán y el castellano. Ni nos inventábamos una persecución que, en ese ámbito, no padecíamos, ni disimulábamos el culto a la Pela rasgándonos las vestiduras por una represión lingüística que había desaparecido tiempo atrás, al menos en esos territorios imprecisos de la literatura, el arte y la cultura. Barcelona era una ciudad bilingüe. Y no eran los inmigrantes, sino los catalanes de lengua de origen, los que ya entonces y todavía ahora, tres décadas de normalización después, se empeñan en ver cine y leer periódicos en castellano. Ni en 1976 les obligaba nadie a hacerlo -ese mismo año 76, el 23 de abril, día de Sant Jordi o san Jorge, había nacio el diario Avui, que se editaba totalemnete en catalán-, ni, treinta años de "normalización" después, ha conseguido el despotismo nacionalista que se vaya al cine en catalán y se dejen de leer los periódicos en castellano, convertidos entonces en herramientas de deslegitimación de todo lo español. Los catalanes, cuando se gastan su dinero, usan una de sus lenguas para lo que quieren y la otra para lo que les da la gana. En la vida pública, en cambio, la única Transición política real que se ha vivido en tres décadas es la de haber pasado del castellano forzoso al catalán a la fuerza. de una dictadura a otra.

'¡Cómo está el servicio ( público)!'


Félix de Azúa en El Periódico de Catalunya.


Nadie tiene un duro, eso es cierto. Cuando hablas con diestros de la economía dirigen un dedo tembloroso a la sima en donde nos hundimos. Son ya tres millones los que han recibido el mordisco del vampiro y han quedado exangües. Les crecerán los colmillos, no lo duden. Pronto será el Estado el que resulte infectado, por muchas ristras de ajos que se cuelgue del cuello. Entonces comenzará de nuevo el vuelva usted mañana, los autobuses a gasógeno, la sanidad congoleña o la aviación de hace medio siglo. Los servicios públicos también irán al paro, es inevitable.
Por eso produce pasmo que el presidente de la Generalitat diga que no sabe cuánto se ha gastado su vicepresidente en repartir embajadas, por ejemplo en el edificio más caro de Nueva York. Y que el vicepresidente (alias Almeja Brillante) añada que no le da la gana decir cuánto gasta porque eso sería "darle un titular a la prensa española".

Vuelve el franquismo, cuando los servidores públicos eran los amos de la finca y los súbditos pagaban el gasto calladitos. Lo mismo puede aducirse del presidente gallego y de cuanto sátrapa engendra esta Administración. La transición fue incompleta, sí, pero no en el sentido que le dan a la frase los nuevos caciques. Fue incompleta porque no impidió la resurrección de la sanguijuela franquista. Ya ha resucitado.
Por cierto. Acabo de recibir una multa de tráfico (180 euros) cabalmente justa y que pagaré de inmediato por conducir a 81 kilómetros por hora en el cinturón de Barcelona donde la velocidad ordenada es de 80 kilómetros por hora. Hay unos metros en la entrada de un túnel con una señal que dice "60 por hora". Ahí es donde he pecado, mal súbdito que soy. Como yo, miles de barceloneses pagan cada día su cuota. En el banco lo conocen como el atraco del kilómetro 13.

Vuelve el Ruedo Ibérico con el folklore identitario y los chupatintas vestidos de narco. Cuando he visto la multa me ha dado la risa. Esta gente ni siquiera se toma la molestia de disimular. Lo más triste es que tienen las mismas aficiones que Paris Hilton.

¡Cómo está la izquierda, recórcholis!

domingo, 12 de julio de 2009

sábado, 11 de julio de 2009

Carod Tours

jueves, 9 de julio de 2009

Señores nacionalistas.

Señores nacionalistas. Ustedes mandan ¡Qué le vamos a hacer! ... Son cosas de la Democracia. Pero les voy a pedir una cosa. Ya que vivimos en su molino, por lo menos no nos obliguen a comulgar con sus ruedas.

Mujeres soñando con la dimisión de Montilla.

miércoles, 8 de julio de 2009

martes, 7 de julio de 2009

domingo, 5 de julio de 2009

El deporte como educación.


Una reflexión de Lluís Bruguera, entrenador de tenis y padre del campeonísimo Sergi Bruguera:

El deporte debe servir para que los jóvenes sean mejores, estén más preparados, más interesados en aprender y adquieran los valores necesarios. Miro la tele: hablan de educación. Leo los diarios: hablan del problema de los maestros o de los puntos débiles del sistema educativo de nuestro país, del fracaso escolar. ¿Alguien puede pensar que uno de los problemas más importantes de nuestro país, o de cualquier otro, no es la educación de sus jóvenes?
Ya sé que la educación no es un negocio palpable. Requiere grandes inversiones sin beneficios contables. Pero Sarkozy, Merkel, Brown apuntan al cambio para hacer de la educación algo importante. La mala educación, o la pobre educación, perjudica a todos, pero mucho más a los débiles, a los pobres o a los de poca personalidad, porque tienen menos posibilidades de salir adelante.
Los jóvenes aprenden por osmósis, actuando. No solo con palabras, y menos ahora que hay un deterioro evidente de la autoridad, del concepto del orden, del respeto, del sentido de la responsabilidad. Tenemos que luchar contra la idea de que los niños felices son los que no se esfuerzan y también de que está prohibido prohibir. La cultura del esfuerzo ha sido expulsada de la ecuela para esconder el fracaso escolar. Tenemos datos públicos: España se mantiene en el peor lugar de la clasificación europea, y Catalunya, en el peor de la de España en fracaso escolar. ¡Hasta con cuatro suspensos se puede pasar de curso! ¡Las palabras reto y competición están demonizadas!
La vida es competición, y ahora estamos preparando a nuestros jóvenes para un tipo de vida que no es la real. Y esto nos hace débiles. Si conseguimos enseñarles que competir es intentar ser cada día un poco mejores, habremos conseguido mucho.
Incluso la gente que está de acuerdo con todo esto me suplica: "Sé suave, habla de cooperación, de trabajo en equipo". Es evidente que esto y mucho más es importante, pero tenemos que cambiar. La realidad es que se hacen muchas cosas, pero el sistema no funciona. El deporte escolar está en el peor lugar de los últimos 30 años. Debemos formar parte del proyecto común de ilusionar a nuestros jóvenes, en el que todos nos sintamos protagonistas de su educación. Los profesores (que tienen menos armas, más problemas y están menos considerados) deben tener más apoyo. Pero los padres no pueden dimitir de su misión de educadores. Las empresas, los medios de comunicación, el Gobierno... Todos somos parte de este proyecto.
Estoy firmemente convencido de que el deporte es un elemento formativo fundamental. La competición, con unos reglamentos, una formación, unos valores, ayuda a los jóvenes a aprender a ser mejores. El valor educativo del deporte se da cuando el joven sigue haciendo deporte, progresa e intenta mejorar mediante la constancia, la disciplina, la capacidad de sacrificio, el control mental, la aceptación de las reglas de juego, incluso la misma justicia y la derrota, y aprende a ganar, y aumenta su tolerancia a la frustración y su capacidad de solucionar situaciones difíciles.
El proyecto que propongo es el de Educación y Deporte para todos. El deporte tiene que ser una asignatura al mismo nivel, por ejemplo , que las matemáticas, no una "maría" de las de antes. este proyecto lo tiene que liderar el Departament d´Educació, y va más lejos que un programa deportivo: hablamos de un tema social, y de integración de las diferentes etnias. No basta con que los jóvenes conozcan el deporte; es fundamental que lo continúen practicando. Para esto es necesario que participen, además, los ayuntamientos, los colegios y la Secretaria General del Esport, en sus dos ramas, UFEC y UCEC.
Los programas deportivos tienen que combinar iusión (para que los chicos conozcan el deporte), motivación (para que no lo dejen después), diversión (para que sea un entretenimiento formativo) y unos objetivos claros y asumibles para los distintos niveles. El deporte escolar debe tener un gran valor específico, pero no puede ser diferente del federado. Y sobre todo se tiene que potenciar el deporte interescolar. Se tiene que potenciar el efecto centro: jóvenes, padres y profesores tienen que sentirse unidos y formando parte de algo querido. Es imprescindible llegar a acuerdos que vinculen a colegios y clubs.
¿Quién no cree que el deporte es saludable?, que los niños pueden aprender a alimentarse mejor con referentes claros? Invertir en deporte es gastar menos en salud. Invertir en deporte es invertir en nuestra juventud, para que sea más competitiva en un mundo globalizado.

La muerte de un médico antes de nacer.


Hace poco conocí un joven que estaba pasando un mal momento en su vida. Su sueño desde niño era el de ser médico. Pero al final unas malditas décimas en selectividad impedirán que este chaval haga su sueño realidad.
Busqué investigación y he hencontrado datos sorprendentes al respecto. Este año el 75% de los estudiantes catalanes se han quedado sin entrar en una facultad de medicina (2.900 de un total de 3.900 demandantes). Este sería un dato estadístico sin más sino fuera porque la consellera de Salud, Marina Geli anda buscando médicos en Colombia y en Libia.
Algo falla. En Catalunya hay pocos médicos, pedir hora al médico de cabecera es un reto a la paciencia de cada uno. Sin embargo nuestros jóvenes no pueden estudiar medicina. Y para poner la guinda final al sinsentido buscamos médicos en otros países.

viernes, 3 de julio de 2009

Plutosocialismo.


Plutosocialismo no es el socialismo que practica el perro de Mickey Mouse. Plutosocialismo es un neologismo que significa: "socialismo de ricos". El socialismo de ricos se contrapone al socialismo de pobres, que es el más conocido. El socialismo de pobres en su estadio final es la socialización de los medios de producción, de las ganacias y de la riqueza de las personas para que la sociedad, y normalmente el Estado en su nombre, los distribuya equitativamente entre todos. Así como el socialismo de pobres consiste en la socialización de las ganancias, el socialismo de ricos consiste en socializar las pérdidas. De este modo, los ricos se quedan con sus ganancias, y la sociedad , con las pérdidas de los ricos.
Y en esas estamos...En tiempos de crisis gobernados por falsos socialistas que con la pana apolillada sólo se acuerdan de los "compañeros y camaradas" cuando hay elecciones.

miércoles, 1 de julio de 2009

El nacionalismo siempre pide más.


Entrevista en ABC a Jordi Canal. Profesor y director de estudios en la reputada École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS). Jordi Canal es uno de los grandes especialistas en historia contemporánea. Cosmopolita y trilingüe (español, catalán y francés).

- El independentismo actual en Catalunya y en el País vasco, ¿es una cuestión electoral u obedece a razones más hondas?
- Las dos cosas. De entrada, se trata de una cuestión de fondo. Los nacionalismos que solemos llamar periféricos nunca han pretendido quedarse en una simple autonomía. Siempre
van a pedir más. Los nacionalistas pretenden asimilar la nación a otro Estado. Durante un tiempo hubo una evolución distinta en Cataluña y el País Vasco. Ahora estamos llegando a un momento en que los nacionalismos catalanes y vascos no consideran suficiente su situación. Pero no se debe olvidar que incluso los nacionalismos más moderados siempre pretendieron otra cosa, mucho más.
- Al mismo tiempo, esa exigencia coincide con el enfrentamiento a primera sangre política entre los distintos nacionalismos catalanes. Y la división entre las familias del PNV.
- Las dos cosas me parecen diferentes. En el País vasco algunas familias socialistas han servido de puente. En Cataluña esa fragmentación nacionalista aparece con la ascención socialista al poder, cuando se pone en evidencia que incluso en las filas socialistas hay quienes optan por una tentación nacionalsita plena se ditingue muy poco del nacionalismo de CIU o ERC. En Cataluña, para ser nacionalista hay que declararse aún más nacionalista.
- Una carrera hacia el más allá.
- Quizá se trate del triunfo del proceso de nacionalización, que comenzó hace años con las políticas educativas. Al mismo tiempo, hay una parte de la sociedad catalana que ya no se reconoce en el nacionalismo moderado.
- ¿Hay antecedentes históricos de una situación política tan "balcanizada"?
- La situación actual es relativamente excepcional. A la historiografía nacionalsita le gusta enlazar lo que ocurre hoy con lo que ocurrió en otros momentos de nuestra historia, a lo largo del siglo XIX, por ejemplo. Creo que estamos en situaciones y sociedad radicalmente distintas.
- La reinvención del independentismo catalán, ¿tiene algo que ver con los planes de estudio de los últimos 20 o 30 años?
- Estamos asistiendo, a principios del siglo XXI, a los resultados prácticos de los planes de estudio de finales del siglo XX, de las campañas de normalización, de la conversión de la historiografía catalana (que fue una historiografía muy moderna, muy europea, muy abierta al mundo) en una historiografía cerrada en ella misma. Estamos viviendo el éxito de la nacionalización de la lengua, la cultura, la política, la historia, la literatura. Estamos viendo aflorar el radicalismo de una sociedad profundamente nacionalizada y encerrada en sí misma. Con unos espejismos trágicos. Se da por supuesto que Cataluña no tuvo nada que ver con España. Que se puede construir una Cataluña al margen de España. Se piensa que se puede saltar del catalán al inglés, saltando sobre el español. Este es el resultado de lo sembrado desde principios de los años 80 del siglo pasado.
- Para mi sensibilidad, es difícil entender Cataluña, entender el País Vasco, entender España, sin leer los "Episodios nacionales" de Galdós o buena parte de la obra de Valle-Inclán. Leen los estudiantes catalanes a Valle o a Galdós?
- Yo creo que poco o muy poco. Se trata de un problema general quizá en toda España. En Cataluña y el País Vasco es donde se ha llegado más lejos en ese proceso de ignorancia de la gran literatura. En Cataluña se va hacia una sociedad que se piensa ella misma aislada del resto del mundo. En Cataluña hay un desconocimiento profundo de la cultura española, porque se considera cada vez más ajena. Se lee cada vez menos a Galdós, Valle Inclán. Unamuno, etc. con el riesgo que eso comporta. No se está perdiendo el uso del español en la calle. Pero sí es cierto que los niños catalanes cada vez hablan menos y peor el español. Entre los nacionalistas hay quienes piensan que Cataluña es pensable al margen de España. Esa es la gran trampa. en el terreno de la cultura y la historia se llega a grandes barbaridades. ¿Cómo pensar en el siglo XIX sin España? Una barbaridad. A eso estamos llegando. No iré más allá. Pero ¿cómo explicar el siglo XIX catalán sin España cuando los catalanes participaron de manera capital en la historia de España? En el caso vasco se llega a la misma y catastrófica situación, cuando la mayor parte de los grandes exploradores, los grandes conquistadores de la época moderna fueron vascos. Ese proceso de reinvención de una historiografía nacional aislada de España, es sencillamente ahistórica. Imposible pensar en Cataluña al margen de España.
- Sin embargo, ese determinismo intelectual nacionalista choca con la realidad social. En el referéndum catalán de junio del 2006 se ve que no hay una mayoría independentista y que una gran mayoría de catalanes apoyaban proyectos muy alejados del radicalismo.
- En el caso catalán las cosas son mucho más sutiles que en el vasco. El nacionalsimo se ha impuesto culturalmente. Y, por tanto, la cultura nacionalista excluye, silencia otras visiones del mundo y la realidad. Quienes no participan del mesianismo nacionalista son excluídos culturalmente. Con respecto a los resultados del referéndum... de entrada, a mi modo de ver, la reforma del Estatuto era una cuestión política, de los políticos y para ellos mismos. Al margen de los intereses de la gente de la calle. No había demanda de Estatuto en la sociedad catalana. La demanda llegó cuando los partidos lanzaron su carrera a ver quién era más nacionalista.