sábado, 28 de noviembre de 2009

Los terribles contrastes


HERMANN TERTSCH

HA sido probablemente lo más reconfortante de esta semana. Angela Merkel ha hablado ante el pleno del Congreso norteamericano, Casa de Representantes y Senado unidos. Ha sido un discurso como el que muchos soñamos escuchar de nuestros propios representantes y líderes. Muy pocos han sido los dirigentes extranjeros que han recibido semejante deferencia en Washington. Se ha dicho que Konrad Adenauer, el padre de la República Federal Alemana, hace la friolera de 56 años, recibió el mismo honor. No es exacto. Adenauer habló ante ambas cámaras, el único canciller alemán hasta ahora en hacerlo, pero no en sesión conjunta. Angela Merkel ha adquirido así un puesto muy especial en la jerarquía de relaciones con la administración norteamericana. Ante actos realmente históricos como éste producen hilaridad cuando no vergüenza los patéticos esfuerzos de algunos de presentar su foto semigótica con Barack Obama como un encuentro planetario. Y el efímero encuentro en el Despacho Oval como el principio de una larga y profunda amistad. Pero eso sucede cuando quien habla no sabe nada de casi nada y mucho menos de historia, de simbolismos, de la profundidad que confiere a las relaciones políticas y humanas una comunión de valores. Cuando no se sabe más que de insidias barriobajeras de trepadores e intrigantes de partido semileninista. Si hay algo que ofende quizás más que la incompetencia y el desprecio a la inteligencia ajena es la ignorancia paleta de la que hacen gala algunos dirigentes de este Partido Socialista nuestro, sobre todo los que más hablan. Ignaros arrogantes con trajes y vestidos nuevos que jamás habrían podido comprarse con un salario merecido en el mercado libre. Ustedes ya saben quiénes son.
El discurso de Merkel no tiene desperdicio por su altura de miras, su calidad humana y su sabiduría política. Por supuesto que muy probablemente no sea todo el texto obra suya. Pero suya es la responsabilidad de haber escogido a la gente adecuada para que el discurso que aprobó y pronunció ante el Congreso en el Capitolio haya sido de lo mejor que se ha podido oír en mucho tiempo sobre los retos y los anhelos de la libertad. Sobre la dignidad de la persona y sobre la grandeza de la política, sobre el sacrificio y sobre la gratitud inexcusable a quienes lo hacen, sobre la fuerza de las ideas y el peligro de su debilidad para todos los valores que los hombres libres han de defender. Decenas de veces fue interrumpida por los aplausos y al final de su discurso toda la sala se puso en pie para brindar a la canciller varios minutos de ovación continua y entusiasta. Merkel habló de su infancia y juventud en una dictadura comunista que aquí aún muchos defienden. Y de sus sueños desde entonces del gran país de las oportunidades infinitas que otorgan el esfuerzo, el talento y la libertad. Habló de la grandeza de la democracia que da vía libre al individuo. Y por tanto de la miseria de los experimentos sociales que desde el Estado reprimen al ser humano en aras de promesas de felicidades futuras imposibles y siempre a la postre sangrientas. Merkel dio una lección de historia de una mujer que, súbdita de una dictadura miserable, ha logrado dirigir a la mayor potencia europea. Y lo hizo dando las gracias a Estados Unidos, que tantos hijos ha sacrificado por la libertad de tierras lejanas a las que sólo los unían sus antepasados. Grandeza había en sus palabras. Vergüenza daba recordar la charlatanería buenista y provinciana de nuestro Gran Timonel en su breve paso por Washington.

lunes, 23 de noviembre de 2009

domingo, 22 de noviembre de 2009

Doñana: chapapote sin Nunca Mais


Antonio Burgos en ABC


ME encantan estos ecologistas. Estos ecologistas a los que me refiero no son los amorosa y desinteresadamente preocupados por el medio ambiente, sino los pegatineros y piqueteros del «Nunca mais». Hablan o callan según sea la conveniencia política de quienes les dan las instrucciones y la consigna del día para utilizar el agujero de ozono contra la derecha y contra el Papa si se tercia.
¿Cuántos desastres medioambientales mayores que el del chapapote en la Costa de la Muerte ha habido posteriormente en España, pero como ya habían echado al PP de La Moncloa, que era de lo que se trataba, estos ecologistas han estado más callados que la gente viendo la más que tomista, escolástica mano izquierda de El Cid la otra tarde en las Colombinas de Huelva? Vámonos por Huelva, que dicen los que van a cantar un fandango. El fandango que quiero cantar, aunque desentone de la corrección política impuesta por la dictadura del pensamiento único, es que me gustaría preguntar a uno de estos ecologistas de mierda cómo se le llama al «chapapote» en el término municipal de Almonte o, al otro lado de la desembocadura del Guadalquivir, en Sanlúcar de Barrameda y en la Punta de Malandar. Porque, señores, ni Costa de la Muerte ni leches. En la Costa de la Muerte había cuatro criaderos de percebes y cuatro piedras locas, preciosas, eso sí. Pero en el término municipal de Almonte, en sus privilegiados 40 kilómetros de playa, está el antiguo Coto de Doñana, hoy Parque Nacional. Que nuestro dinero nos cuesta por cierto. Y en aquel entorno, maravilla de la Naturaleza, patrimonio de la Humanidad y sigan ustedes poniendo elogios, se ha producido un vertido de crudo, si no tan intenso como el de la Costa de la Muerte, que pintó de Rey Baltasar al litoral gallego, sí al menos extenso, a lo largo de 14 kilómetros de esa costa virgen y privilegiada, donde sólo pueden poner el pie los coquineros... y los presidentes del Gobierno que se van a Doñana a mangar veraneo gratis total.
En el puerto exterior de Huelva se rompió una tubería de petróleo, se produjo un vertido de crudo en toda regla, las corrientes arrastraron lo que antes se llamaba «marea negra» hacia Poniente, hacia Mazagón y Matalascañas, y las que eran conocidas de antiguo como Playas de Castilla se han llenado de galletas de fuel. Galletas conocidísimas. Gracias a los ecologistas profesionales de carné y pancarta, sabemos en España de las galletas de fuel más que de las galletas Fontaneda. Pero a efectos de los profesionales del ecologismo, hay galletas de fuel y galletas de fuel. Como la cerveza con alcohol y la cerveza sin alcohol, o como la leche entera o la desnatada, para los ecologistas de guardia y de consigna hay galletas de fuel del PP y galletas de fuel del PSOE. Como el colesterol bueno y el colesterol malo, las dañinas son las galletas de fuel del PP, que son las llegan a las playas cuando ese partido está en el poder: ejemplo, la Costa de la Muerte y el «Nunca Mais». Pero las galletas de fuel del PSOE son completamente inocuas. Es más, hasta cierto punto son convenientes, porque siempre pueden ser aprovechadas para dar a las playas un escamondado a fondo mientras se quitan.
Las que han llegado a Doñana, a las playas vírgenes del Parque Nacional, a aquella maravilla paradisíaca, son, en efecto, galletas de fuel del PSOE. Del PSOE que está en el poder en Madrid, en la Junta de Andalucía, en la Diputación de Huelva y hasta en el Ayuntamiento de Almonte. Así que de «Nunca mais», nada, chicos, toca callar. ¿Se imaginan la que tendrían liada a estas horas los gachós del «Nunca mais» si el chapapote hubiera llegado a Doñana con el PP en el poder? (Mentís final: ZP no es gafe. A Doñana ha llegado el chapapote con ZP mangando veraneo gratis total en La Mareta).

sábado, 21 de noviembre de 2009

No hago política: digo la verdad.

"No hago política: digo la verdad", esto es lo que gritó el cantante Manolo García, en su última actuación barcelonesa. En este país, mentiroso es sinónimo de político. Ese es un gran déficit, cada mentira de un político es un paso más hacia la abstención.
Manolo García que mienta lo que quiera, lo importante es que siga cantando temas como "Insurrección", el clásico de EL último de la fila.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Hablad en castellano a vuestros hijos


Jesús Royo en La Voz Libre.




Cuando se proclamó la República, en el año 31, un familiar mío iba a escuela. Entonces pusieron una clase de catalán. Su padre, catalán de pura cepa, protestó: no quería que le enseñasen el catalán. Decía: “la República, que mande en la República; en mi hijo mando yo”. El catalán, según él, ya lo hablaba en casa, ya lo sabía de sobra. En la escuela, decía, debía aprenderse el castellano, la lengua útil.

Parte del drama de los hijos de los inmigrantes es que, con la escuela franquista, teníamos muy pocas posibilidades de aprender el catalán. Y, sólo con el castellano, las posibilidades de acceder a todas partes eran muy limitadas.

Los que durante el franquismo reclamábamos el catalán en la escuela, creíamos que era un derecho también –y sobre todo– de los inmigrantes: para romper el gueto lingüístico en que se encontraban confinados.

Ahora, las cosas puede que sean al revés. Si toda la escuela es en catalán, los niños catalanohablantes están teniendo con el castellano un contacto esporádico y tangencial. Ya empiezan a salir promociones de chicos con un castellano que da grima. Esos muchachos llenarán despachos y oficinas, y se empezará a notar su deficiente preparación en lengua castellana. Quizá dentro de poco veremos que el mercado laboral prefiere a los chicos castellanohablantes: con un buen catalán, pero con un castellano castizo, vivaz y auténtico. No me extrañaría que pronto pidiesen más castellano en la escuela precisamente los padres de los niños catalanohablantes. Eso sí sería una ironía.

En las parejas mixtas –como la mía– se plantea en qué lengua hablar a los hijos. Yo, en el año 80, escogí el catalán, en parte por solidaridad con la lengua perseguida, y también porque la escuela era aún castellana. Hoy quizá escogería el castellano como lengua familiar: el catalán ya lo aprenden en la escuela.

jueves, 19 de noviembre de 2009

País de la gente a la orilla de la corriente y los grandes Señores.


Se acaba de editar "El Atlas de los nombres verdaderos", un divertimento en el los lugares se llaman con su nombre original. Por ejemplo a Catalunya se le denomina "País de la gente a la orilla de la corriente y los grandes Señores".

Haz click aquí: http://www.kalimedia.com/Atlas_Nombres_Verdaderos.html

martes, 17 de noviembre de 2009

Enemigo débil


“Sólo los necios y engreídos pueden creer que un enemigo débil no puede dañarnos. Es tanto como creer que una chispa no puede causar un incendio”


SHAKESPEARE

lunes, 16 de noviembre de 2009

L´Hospitalet de Llobregat, la ciudad del soterramiento.


Hace unas semanas se presentó el estudio de soterramiento de la Linea de Vilanova i la Geltrú (C2) a su paso por L´Hospitalet. Un proyecto largamente reivindicado ya que actualmente las vías dividen y fracturan la ciudad.
Es raro que se haya tardado tanto en soterrar las vías del tren. Una ciudad que lleva 30 años soterrando, escondiendo una mala gestión. 30 años tapando tics caciquiles y dictatoriales. En L´Hospitalet hay que soterrar las vías y hay que desentaponar ese compacto engrudo que deja fluir los aires de libertad y ciudadanía.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Los intelectuales se pudren


Álvaro Delgado Gal en ABC


En 1892 despareció de las sierras del noroeste la cabra montés; el lince ibérico está en un ay, y el quebrantahuesos dibuja círculos cada vez más erráticos alrededor de tal cual eminencia pirenaica y otros tantos, no muchos, peñascales del sureste peninsular. ¿Hemos concluido la relación de especies extintas o en trance de extinción? No. Queda el intelectual, una subespecie adscrita al taxón homo sapiens. Los intelectuales languidecen por lo mismo que vino a menos la cabra del noroeste o amenazan con tomar las de Villadiego el lince y el quebrantahuesos. Sencillamente, los intelectuales se han quedado sin entorno: los nichos en que acostumbraban a desenvolver su existencia se han visto expuestos, durante los últimos tres o cuatro decenios, a un erosión insistente, progresiva, y probablemente irreversible.
Hago esta constatación como parte interesada, porque yo mismo soy, y lo declaro sin jactancia alguna, es más, lo admito con cierta violencia íntima, un intelectual, quiero decir, alguien que se gana la vida traficando con ideas. Es difícil que una idea sea buena, y punto menos que imposible, que sea original. Puesto que carezco de títulos para considerarme distinto de la mayoría, concedo de barato que las ideas con que trafico son malas antes que buenas, y que rara vez, o quizá nunca, son mías de verdad. Pero esto da igual. El caso es que, en tanto que soldado de tropa, de la tropa menguante, desastrada, dejada de la mano de Dios, de los intelectuales, me he preguntado, me pregunto con solicitud creciente, por qué se nos ha puesto el viento tan de cara, o empleando una expresión que una vez le oí a Vargas Llosa en un lugar cuya mención no viene a cuento, cuándo demonios se jodió el Perú.
Es cierto que los intelectuales no han dejado de equivocarse desde hace tres cuartos de siglo. Causa cierta consternación leer una requisitoria como Past Imperfect, de Tony Judt. Entre 1944 y 1956 la clase intelectual francesa, con excepciones contadas -Raymond Aron, y poco más-, desplegó una incomprensión absoluta de la democracia parlamentaria y la libertad económica, y, en paralelo, una indecorosa simpatía hacia Stalin. Las rectificaciones fueron tardías, torpes, e insuficientes. Era entendible, es más, era justo, que el error repetido pasara factura. Pero esto no me basta. Aquí estamos hablando de ecología, no de moral. El intríngulis no está en que el intelectual haya incurrido en la desaprobación del respetable. El caso es más humillante. Lo que ocurre, es que se ha hecho invisible para el resto de la sociedad. ¿Cómo explicarse el desvanecimiento, el eclipse absoluto?
Situémonos en España, que conocemos mejor que Francia o Italia. A lo largo de los cincuenta, de los sesenta, incluso durante la primera mitad de los setenta, los intelectuales solían ser de izquierdas. No necesariamente, por supuesto. Pero lo más frecuente es que estuvieran situados a babor, en alianza explícita o implícita con el Partido Comunista. Esto era por entero natural. El franquismo, tan eficaz, a partir de los últimos cincuenta, en el manejo de la intendencia, tan instalado, no sólo en el poder, sino en la propia sociedad española, ofrecía una diana clarísima a la crítica ideológica. El sistema de formas y conceptos que proponía el Régimen a los españoles era anacrónico, atrabiliario, y en muchos sentidos grotesco. Ello facilitó un empleo, habilitó un lugar bajo el sol, al intelectual. Por el lado sociológico, que no estrictamente ideológico, se verificó un fenómeno aún más importante. La izquierda, obligada por la Dictadura a renunciar a la política en su acepción ordinaria, se refugió en la cultura y la universidad. En tanto que la derecha se socializaba en la empresa, o en las profesiones donde confluyen la administración pública y la administración de las cosas en general -el Derecho, las grandes oposiciones a las carreras del Estado, etc...-, la izquierda se socializó en la colonización de las ideas. Las dos, tanto la izquierda como la derecha, ofrecían a sus oficiantes un cursus honorum, un peculiar camino de perfección. La diferencia estaba en la estaciones que ese camino recorría. La derecha fatigó el que ya se ha dicho. La izquierda eligió la pana y la virtud airada y consiguió no sentirse inútil a despecho de su ubicación marginal.
¿Hemos terminado? No. Mucho antes de que Zola se subiera a la tribuna para enunciar su «Yo acuso», Marx, un inteligente desclasado, había sabido abrir un hueco a los intelectuales entre el macizo de la burguesía y el macizo del proletariado. En 1844 (Introducción a la crítica de la filosofía hegeliana del derecho) escribió: «Así como la filosofía averigua sus armas materiales en el proletariado, el proletariado encuentra sus armas intelectuales en la filosofía... La filosofía es la cabeza, el proletariado, el corazón».
A lo largo del tiempo, los intelectuales habían desempeñado funciones varias: la de apologistas al servicio de la Iglesia, la de humanistas o poetas en la corte del príncipe, la de bohemios y malditos en las grandes metrópolis europeas del XIX. El marxismo les propone un papel mucho más prometedor: el de parteros de la Historia, que halla en ellos un vehículo y, a la vez, un heraldo, un oráculo. En términos sicológicos, el retorno de esta atribución, o más valdría decir, autoatribución, fue inmenso. Los intelectuales se hallaban lejos de los despachos, de los coches oficiales, de los restaurantes de cinco tenedores. Pero, ¡caramba!, la razón y el futuro estaban de su lado. Y el enemigo era localizable, andaba distraído apretando botones en el puente de mando, y presentaba flancos débiles.
Conviene señalar en passant que el engreimiento de los intelectuales, un fenómeno en parte reivindicativo, en parte compensatorio, tuvo su lado bueno. Muchas personas honradas, voluntariosas, con hambre de balón, volcaron su energía en la edición, la literatura, el arte y la enseñanza. La melancolía innegable que ahora aflige a la cultura se debe en alguna medida al hecho de que la vida pública se ha abierto y los que habrían ido para intelectuales hace cuarenta años, se dedican a echar buen pelo en los negocios y la política. Pero esto es secundario. El cataclismo, el desastre, es de calibre mucho mayor: ostenta el carácter mayúsculo que los marxistas infieren a la hache cuando escriben «Historia».
A pesar del sesgo futurista de la filosofía marxiana, el intelectual conjeturado por Marx en 1844 trascendía a Antiguo Régimen. Se trataba de una figura en la que se fundían, como en un cuño, el pastor de pueblos y el levita bíblico. Sorprendentemente, la democracia ha derivado, sí, en un experimento radical, aunque no según lo soñaron los viejos revolucionarios, sino en línea mucho más afín a las teorías del mercado: sobresale más el que contenta a más consumidores. En este mundo, regido por las leyes de la oferta y la demanda, florecen cantantes, estrellas de la televisión, y políticos con glamour escénico. El intelectual, con su pesada prosopopeya, con sus barbas de patriarca, se ha convertido en un trasto y un pelma. Así, señores, hemos acabado los del gremio. Llegada la democracia a plenitud, desatadas las libertades, el intelectual ha descubierto que su color no es el rojo auroral que pronosticaban los libros proféticos sino el sepia de los celuloides rancios. Como el Palinuro insepulto de Virgilio, el intelectual es un espectro que atiende en el inframundo a que den tierra a su cuerpo y le dejen reposar en paz.

sábado, 14 de noviembre de 2009

jueves, 12 de noviembre de 2009

Nacionalistas al fin y al cabo.


Alicia Sánchez-Camacho ha asegurado que está dispuesta a apoyar a CIU tras las próximas elecciones catalanas si la federación se "modera".
Hay nacionalistas violentos, acérrimos, de alta graduación...moderados. Hay muchos tipos de nacionalistas, y por mucho que maticemos no dejan de ser nacionalistas. Todos son nacionalistas al fin y al cabo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Niños ante La LEC.







El hombre es como el mono.



Hay un dicho, creo que es de Flandes, que dice que el hombre es como el mono, que sólo se le ve el culo cuando sube a lo alto.

Celestino Corbacho y la censura a los periodistas

No es la primera vez: http://miguel-delamo.blogspot.com/2009/03/cuando-celestino-corbacho-echaba.html


martes, 10 de noviembre de 2009

Diálogo social, feria de desenfoques


Enrique Calvet en Expansión.


Soy de los que consideran el diálogo social crucial para la instauración de la democracia española y unos de los elementos esenciales de las democracias avanzadas.

Tal vez con ello evoque subjetivamente el orgullo que tengo de haber participado activamente en los grandes acuerdos sociales de la Transición. Eran otros tiempos y otras las personas (¡pero que muy otras!).

En aquellas épocas recayó sobre los agentes sociales la tarea de ayudar a construir una nueva España. Eso ha marcado el espíritu del diálogo social en España, al darle una impronta y responsabilidad en política pura que ha degenerado y provocado, a mi juicio, muchos desenfoques distorsionantes. Me detendré en tres perjudiciales.

El desenfoque esencial es que el proceso de diálogo social se ha centrado finalmente en temas que le corresponden poco, soslayando los temas fundamentales que le competen. Ni los empresarios tienen por qué oponerse a una extensión de subsidios en época de gran sufrimiento social ni los sindicatos tienen por que oponerse a que se rebajen las cuotas a la Seguridad Social.

El diálogo debería tener como único objetivo que el mercado de trabajo optimice la creación de empleo y minimice su destrucción

Se trata de medidas de política general de la Nación cuyos ciudadanos bien pueden optar por aumentar, en este momento dramático, la solidaridad con los más desfavorecidos, y que bien pueden optar, o no, por que la financiación de la Seguridad Social se haga un poco más vía impuestos de todos y un poco menos vía impuesto a la contratación. Es una decisión de funcionamiento de sociedad, política, y si el Gobierno quiere sentir el pulso de toda la sociedad civil, ahí tiene al Comité Económico y Social (que no existía en la Transición).

Tareas urgentes
Pero no distraigamos a los agentes sociales de las tareas urgentes: movilidad, flexiguridad, sistemas de contratación, formación, políticas de empleo, reforma negociación colectiva, marco salarial... Eso es lo que debe, urgentísimamente, abordar el diálogo social.

Ese es el tiempo perdido. El diálogo entre los dos factores sociales de la producción debería tener un sólo objetivo: cómo hacer, para cualquier nivel de crecimiento económico (en gran parte impuesto por factores exteriores), que el mercado de trabajo optimice la creación de empleo y minimice la destrucción. Ni más, ni menos.

El segundo desenfoque viene de haber centrado uno de los temas pertinentes, los sistemas de contratación, en un eslógan, ni siquiera político, sino demagógico. Así, se estaría proponiendo el despido libre. Fantasma agitable sin necesidad de neuronas.

Para los que estamos en estos temas desde hace años, sabemos que el despido libre existe desde lustros (si no, de qué 4,5 millones de parados) y también sabemos que se está hablando de costes y de flexibilidad en procedimientos. También pensamos muchos que no se puede, en este momento, plantear recortar los derechos de los trabajadores en activo, pero que tampoco lo ha propuesto nadie.

El desenfoque ha consistido en transformar en bandera política dominante un tema complejo pero acordable, lo que ha impedido abordar otros aspectos del diálogo social, incluso de mayor relevancia para enfrentar la crisis. Sin duda, ha habido mucha torpeza en centrar el debate en ese aspecto en momento tan inadecuado socialmente. Con manipulación, se ha destruido el diálogo. Creo que es un tema a aparcar hasta el momento adecuado.

El tiempo perdido, en este caso, es de los políticos que no tuvieron la responsabilidad ni la categoría para hacer las reformas en épocas oportunas de bonanza.

Responsabilidad
El más triste y sintomático desenfoque viene del Gobierno. El diálogo social es un elemento clave y frágil que exige enorme responsabilidad. Considerarlo como un tótem por el prestigio ganado en la historia reciente de España para apropiárselo con fines politiqueros y sectarios, es lamentable.

Estar dispuesto a comprar voluntades con el dinero público para mejorar la imagen y la valoración en las encuestas es mucho peor. El diálogo social es demasiado precioso y necesario para convertirlo en instrumento de propaganda propia o de insulto. Ese desenfoque es catastrófico para los ciudadanos.

Algunos piensan que por estar, de nuevo, en una situación nacional de alarma, con una España que se desguaza, con la pérdida de la solidaridad nacional y creación de ciudadanos de primera, segunda y tercera, o, simplemente con la desaparición del mercado único, se justificaría que el diálogo social fuese, otra vez, el gran reconstructor político de nuestra democracia. Ello es darle, hoy en día, una responsabilidad excesiva a los agentes sociales y desestimar otras instituciones que ya hemos creado.

Si el proyecto y el sentido patriótico del Gobierno llegasen a un nivel razonable, indispensable para el actual momento histórico de España, hágase de una vez el indefectible pacto de Estado, con participación de todos. Úsese, incluso, para algunos temas (unidad de mercado), las instituciones omnicomprensivas como el Comité Económico y Social.

Pero si se quiere salir de la crisis antes y mejor desde el punto de vista del empleo, modestamente sugeriría al señor Corbacho que convocara inmediatamente a los agentes sociales a media docena de mesas para la reforma (formación, flexiguridad, movilidad, políticas activas, negociación colectiva, etc...) y obligara a los agentes sociales a negociar sobre lo que saben y deben. Y sin cenas, para que no haya indigestión.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Lo importante es la inauguración


El pasado 5 de mayo, El Periódico de Catalunya publicaba lo siguiente:

PRIMERO, MONTILLA

El Poblenou está en pie de guerra por el retraso de la apertura de la esperada biblioteca de Can Saladrigas. Aseguran que la inauguración estaba anunciada para el 26 de abril, pero el ayuntamiento la anuló al coincidir con un mitin de Montilla. El acto se ha trasladado al 10 de mayo y, mientras tanto, el centro seguirá cerrado.


Está claro que para Montilla no importan "ni els fets ni les paraules", importan las fotos.

Sobresaltos


"uno de los sobresaltos que comporta la revisión histórica del franquismo es descubrir que gran parte de lo que política y culturalmente se le oponía sólo tenía eso de bueno, su oposición, pero que en sí mismo no era ni mucho mejor ni siquiera demasiado distinto del propio franquismo."



Fernando Savater

domingo, 8 de noviembre de 2009

Gesto por la Paz


"En Euskal Herría no hay ideas perversas, sino medios perversos. A nadie se le debe pedir que renuncie a sus ideas; tan sólo, que las saque adelante recurriendo a los únicos medios realmente humanos, que son los medios de la discusión libre y el convencimiento. No pongamos, pues, más limitaciones a las ideas que aquellas que se derivan de la adhesión social que logran. Todas las ideas políticas son defendibles por medios pacíficos y democráticos. Esta afirmación significa, en primer lugar, que no existe legitimidad alguna para el recurso y la violencia. pero también se debe hacer posible que cualquier idea pueda ser planteada y desarrollada dentro del contexto democrático"



(Gesto por la Paz, discurso de aceptación del Premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia, Oviedo, 27 de noviembre de 1993)

sábado, 7 de noviembre de 2009

Año Cerdà


El pasado mes de junio, empezó el llamdo año Cerdà, que homenajeará al ingeniero y urbanista, ildefons Cerdà.
Como explica Arturo san agustín en El Periódico de Catalunya: "Este pionero del urbanismo moderno, este hombre preocupado por la higiene en un tiempo de grandes mortandades, este político que entendía la política como una ciencia práctica ("lo que no es práctico no es política para él") nació en 1815 en un mas de Sant Martí de Centelles, pero sus enemigos lograron hacer creer a muchos que había nacido en Madrid. Además, muchos de sus libros y escritos eran adquiridos por manos negras que le pegaban fuego".
Sin duda el Año Cerdà, será el año de un ciudadano.

jueves, 5 de noviembre de 2009

¡Claro que sí!


Fernando Savater en El País.


José Bergamín deploraba la decadencia del analfabetismo; otros, con menos ingenio pero con mayor sinceridad, lamentamos el presente eclipse del sentido común. En el caso de Bergamín, la paradoja era provocativamente deliberada; en el nuestro, la constatamos como un doloroso síntoma que confirma nuestras peores previsiones.
Cuando insistimos en la redundante candidez del caballo blanco de Santiago -ustedes me disculparán el símil hípico- no falta nunca la ofendida denuncia, casi incrédula ante tanta desfachatez: "¡De modo que para usted el caballo blanco de Santiago es nada menos que blanco!". Y a uno le toca sonrojarse por ser tan arcaico, tan poco pluralista o alternativo y tan cerrado al diálogo.

Tenemos un claro ejemplo en el discurso de Urkullu en el pasado Alderdi Eguna. El presidente del Euskadi Buru Batzar denunció con (supongo) sincera indignación que el PSE y el PP quieren convertir a Euskadi en una comunidad más de España. Pretenden debilitarla y diluirla hasta, horresco referens, armonizarla con el Estado.

Para ello, no retroceden ante ninguna bajeza: no prescinden de la ikurriña, ah no, sería demasiado brutal, pero le ponen al lado la bandera española; no suprimen el euskera, son muy arteros, pero sostienen en plano de igualdad los derechos de quienes quieren expresarse en castellano; a la Ertzaintza la enredan en quitar carteles pro-etarras, con lo que quema eso y a Euskaltelebista la privan de su mapa telúrico-metereológico tradicional y la limitan al plano de la comunidad autónoma. No cabe duda, van a por nosotros...

O sea, podríamos resumir, no gobiernan como los nacionalistas sino como quienes no lo son. ¡El caballo blanco de Santiago se atreve a ser ufanamente blanco, como si tuviera buenas razones y legitimidad para ello! ¡Habráse visto! Hombre, a uno le parece que no hay nada de malo en que la CAV sea una comunidad más en España: como las otras, sin menoscabo de sus derechos legítimos ni trato de favor. También sin esa excepción que supone el terrorismo y la extorsión mafiosa para mantenerlo, el amedrentamiento de los adversarios políticos, la unanimidad forzosa que impide la expresión pública de voces y símbolos de comunidad con el resto de España o la exhibición hagiográfica de quienes se han distinguido por atentar contra conciudadanos.

No estaría mal poder ser institucionalmente como el resto del país del que formamos parte puesto que de hecho fundamentalmente lo somos: y vivir en armonía con el Estado democrático que es el nuestro (y al que recurrimos con razón en muchas ocasiones, como por ejemplo cuando reclamamosprotección militar para nuestros atuneros amenazados por la piratería) tampoco parece un gran atropello. Perdonen tanta simpleza, pero así lo veo yo.

Cuando oigo discursos como el de Urkullu y otros de parecido corte nacionalista, me parece escuchar a quienes desde hace un par de siglos se escandalizan porque el Estado trate de imponer los mismos derechos individuales para todos los ciudadanos: "¡O sea que ahora tenemos que ser todos iguales! ¡Pero yo soy conde, o marqués, o hijo de un distinguido mariscal! ¿Me van a tratar como a uno más?". Y los ricos: "De modo que debo pagar impuestos como cualquiera para costear servicios públicos que no utilizo y así financiar a vagos y maleantes que no ahorran...".

El elocuente reaccionario Joseph de Maistre rechazaba los derechos del hombre diciendo que él no conocía a ningún "hombre", sólo a franceses, españoles o ingleses. Hablar del "hombre" en general suponía para él acabar con la rica diversidad cultural e histórica del mundo.

Aún hoy hay quien sigue hablando de los derechos humanos "individuales y colectivos", como si precisamente los derechos humanos no se hubieran inventado para combatir los supuestos derechos históricos -es decir, los privilegios- de colectivos como la nobleza, el clero, los gremios, los varones, o los miembros de tal etnia o tal religión.

Lo malo es que la mentalidad diferencialista ha calado ya en la sociedad más allá de la ideología del nacionalismo declarado. No hay más que ver cómo todos los partidos vascos, con excepción de UPyD, suscriben con entusiasmo los privilegios fiscales de la CAV y su blindaje contra asechanzas del exterior: ¡cualquiera se atreve a decir otra cosa! Somos las ventajas que tenemos y las excepciones que nos favorecen, que nadie nos las toque. Y para qué hablar de los abogados que le han salido a ese fantasma que a cada cual se le aparece según el licor del que abusa: la "identidad". "¡Que me roban mi identidad!", protestan unos y otros, con el mismo trémolo angustiado con que Unamuno clamaba "¡que me roban mi yo!". Y la identidad oficial es algo que siempre definen a su conveniencia los especialistas en la materia. Lo curioso es que por el momento la exaltación identitaria sólo ampara a colectivos autodesignados (quienes no se avienen a ello son traidores a los suyos) pero no a los particulares.

De momento, nadie puede invocar a su favor que su idiosincrasia exige ser violador, recibir cohechos o pavonearse con relojes de miles de euros, tal como el escorpión se excusaba ante la rana a la que acababa de inocular su veneno diciendo que tal era su carácter... Pero todo llegará, si somos coherentes con el derecho irrestricto a la diferencia.

En España no estamos en eso todavía, claro. Y tampoco es que vaya a romperse el país, como constatan muy ufanos los de siempre. De momento a los nacionalistas de iure o de facto les interesa más la gestión indefinida del independentismo que la independencia misma. Políticamente, es más segura y más provechosa: se ejerce por aquí y por allá la astuta rentabilidad de la desafección. Hay bastantes que han aprendido a cobrar por hacernos el favor de seguir siendo españoles, lo mismo que esos alumnos franceses que van a cobrar por hacer el favor de asistir a clase. Tan interiorizada tenemos esta situación al parecer irrevocable que los chispazos de unidad son celebrados como triunfos memorables: por ejemplo, los medios de comunicación se deshicieron en elogios cuando la ministra de Sanidad y todos los consejeros autonómicos del ramo salieron juntos a proclamar medidas comunes contra la gripe A. Vaya, no faltaba más que contra una epidemia el país hubiera funcionado según 17 criterios distintos...

Que los nacionalistas tengan sus propias ideas me parece normal. Pero que haya un contagio general que impide a los demás afirmar lo que pensamos so pena de diversos sambenitos retrógrados ya suena peor. El caballo blanco de Santiago sigue siendo blanco, pese al refunfuñar de los coloristas. ¿Qué deseamos, que el País Vasco, Cataluña, Galicia, Navarra o la que ustedes prefieran sean comunidades autónomas ni más ni menos que como las demás, armonizadas con el Estado del que forman parte, sometidas al mismo régimen tributario y por tanto institucionalmente solidarias con el conjunto del país, donde el pleno derecho a utilizar la lengua común oficial conviva con el uso voluntario de las lenguas regionales? ¡Pues claro que sí!

Proteger al que enseña


Gabriel Albiac en ABC

EN el que es para mí su más acabado relato, pone Jorge Luis Borges a su Paracelso en presencia del joven Grisebach, que aspira a ser aceptado como su discípulo. Reticente, el viejo sabio deja que exponga sus motivos. Grisebach habla con respeto e inteligencia. Paracelso mantiene su distancia, sin embargo. Tal vez le inquieta el ímpetu excesivo de este que quiere ser aprendiz suyo: pero un aprendiz no habla; y, menos aún, pregunta; y, en ningún caso, exige nada a su maestro. El joven tiende una bolsa de oro. Y formula su propósito: «Es fama que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera». Paracelso lo mira, desolado. El lector percibe un vidrio infranqueable entre ambos. Grisebach busca romperlo: toma de la mesa la rosa que trajo consigo, la arroja al fuego, al poco no es más que ceniza. El maestro le devuelve su dinero y lo despide. La puerta se cierra. «Paracelso», escribe Borges, «se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue puñado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja. La rosa resurgió».
Enseñanza autoritaria es pleonasmo. Habla el maestro. Sus palabras se perderían en lo inútil, si discípulo y maestro estuvieran en igual plano. Aprender es posible sólo cuando alguien -el que sabe- ocupa un lugar simbólico cuya preeminencia el otro -el que aprende- respeta, aun antes de que una palabra sea dicha. Sin esa cesión, no hay saber ni maestría que puedan ser transmitidos. Son las reglas de un juego en el cual cada sociedad se juega su ser. Sin la autoridad del que sabe ante el que aprende, ningún patrimonio anímico es transmisible. Durante siglos, la garantía de lo sagrado fue respaldo de tal continuidad de saberes, esto es, de autoridades. San Agustín, en De Magistro, daba razón de ello: ¿por qué aceptar la voz del maestro, si no es porque a través de él habla algo que es en sí mismo sagrado? «Al que escucha, si las sintió y presenció, mis palabras no le enseñan nada, sino que él reconoce la verdad por las imágenes que lleva en sí mismo; pero, si no las ha sentido, ¿quién no verá que él, más que aprender, da fe a las palabras? Cuando se trata de lo que captamos con la mente, es decir, con el entendimiento y la razón, hablamos de lo que vemos presente en la luz interior de la verdad, con que está iluminado y goza el llamado hombre interior; pero entonces, también el que nos oye, si él mismo ve con una mirada simple y secreta esas cosas, conoce lo que yo digo en virtud de su contemplación, no por mis palabras. Luego tampoco a éste, que ve cosas verdaderas, le enseño yo algo diciéndole la verdad, pues aprende, no por mis palabras, sino por las mismas cosas que Dios le muestra interiormente; por lo tanto, si le preguntase sobre estas cosas, también él podría responder. ¿Y hay nada más absurdo que pensar que le enseño con mi locución, cuando podía, preguntado, exponer las mismas cosas antes de que yo le hablase».
¿Qué autoridad queda al maestro, cuando la reverencia debida a su metafísico vicariato de lo divino no posee ya subsuelo de creencia en el que enraizar? Es duro responder que no hemos hallado nada con lo cual suplir aquel altar de lo sagrado que, tras la huida de los dioses que cantara Hölderlin, hizo del magisterio oficio en nada superior al de los lacayos. ¿Por qué respetar a ese pobre diablo mal pagado, en cuya función nadie cree, el Estado menos que nadie? Bien está que, al menos, la administración lo proteja de palos y humillaciones. Pero el maestro ha muerto.

No sé hablar catalán y voto al PSC

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Rachas aparentes


Toda racha de mala suerte tiene un final, aunque sólo sea para que pueda comenzar otra del mismo signo. Pero será una racha distinta. Muchas veces nos dejamos engañar por los extraños signos que preceden a las catástrofes y confundimos las explosiones del depósito de municiones con la pirotecnia que saluda el desfile de los héroes.
O sea que no hay que magnificar los cambios de rachas aparentes.

martes, 3 de noviembre de 2009

Políticos, no nos fiamos de vosotros.


Recuerdo que en la película de Médem "La pelota vasca" aparecía un músico -creo que era un músico- que decía algo así como: "Políticos, no nos fiamos de vosotros, porque sois unos mentirosos". Cuando lo vi, pensé: éste tiene razón. Por supuesto que a mí me habría parecido mejor que hubiera dicho "casi todos", pero tampoco le reprocho la generalización, porque lo que decía no vale para todos los políticos, pero sí para "los políticos" en tanto que colectivo.
Con el paso de los años, me he ido haciendo una idea cada vez más negativa de la clase política española. Me parece inmoral, oportunista, vaga y escasa de luces.

El radiólogo era nacionalista

La economía explicada con vacas


Socialismo:

Tú tienes 2 vacas.
El Estado te obliga a darle 1 a tu vecino.

Comunismo:
Tú tienes 2 vacas.
El Estado te las quita y te DA algo de leche.

Fascismo:
Tú tienes 2 vacas.
El Estado te las quita y te VENDE algo de leche.

Nazismo:
Tú tienes 2 vacas.
El Estado te las quita y te dispara en la cabeza.

Burocratismo:
Tú tienes 2 vacas.
El Estado te pierde una, ordeña la otra y luego tira la leche al suelo.

Capitalismo tradicional:
Tú tienes 2 vacas.
Vendes una y te compras un toro.
Haces más vacas.
Vendes las vacas y ganas dinero.

Capitalismo moderno:
Tú tienes 2 vacas.
Vendes 3 de tus vacas a tu empresa que cotiza en bolsa mediante letras de crédito abiertas por tu cuñado en el banco.
Luego ejecutas un intercambio de participación de deuda con una oferta general asociada con lo que ya tienes las 4 vacas de vuelta, con exención de impuestos por 5 vacas.
La leche que hacen tus 6 vacas es transferida mediante intermediario a una empresa con sede en las Islas Cayman que vuelve a vender los derechos de las 7 vacas a tu compañía.
El informe anual afirma que tú tienes 8 vacas con opción a una mas.
Coges tus 9 vacas y las cortas en trocitos. Luego vendes a la gente tus 10 vacas troceadas.
Curiosamente, durante todo el proceso nadie parece darse cuenta que, en realidad, tú sólo tienes 2 vacas.

Economía japonesa:
Tú tienes 2 vacas.
Las rediseñas a escala 1:10 y que te produzcan el doble de leche.
Pero no te haces rico.
Luego ruedas todo el proceso en dibujos animados. Los llamas "Vakimon" e incomprensiblemente, te haces millonario.

Economía alemana:
Tú tienes 2 vacas.
Mediante un proceso de reingeniería consigues que vivan 100 años, coman una vez al mes y se ordeñen solas.
Nadie cree que tenga ningún mérito.

Economía rusa:
Tú tienes 2 vacas.
Cuentas y tienes 5 vacas.
Vuelves a contar y te salen 257 vacas.
Vuelves a contar y te salen 3 vacas.
Dejas de contar vacas y abres otra botella de vodka.

Economía china:
Tú tienes 2 vacas.
Tienes a 300 tíos ordeñándolas.
Explicas al mundo tu increíble ratio de productividad lechera.
Disparas a un periodista que se dispone a contar la verdad.

Economía suiza:
Hay 50000000000 vacas
Es obvio que tienen dueño pero nadie parece saber quién es.

Economía francesa:
Tú tienes 2 vacas.
Entonces te declaras en huelga, organizas una revuelta violenta y cortas todas las carreteras del país, porque tú lo que quieres son 3 vacas.

Economía española:
Tú tienes 2 vacas, pero no tienes ni idea de dónde están.
Pero como ya es viernes, te bajas a desayunar al bar que tienen el Marca.
Si acaso, ya te pondrás a buscarlas el miércoles después del puente de San Aniceto.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Cuajo



Este es el cartel que el PSC está pegando en los cilindros publicitarios de Barcelona. Mandan en el Ayuntamiento en la Generalitat y en el Gobierno central, pero por lo visto no son responsables de la crisis. Quieren sacar rédito electoral de todas las partes...Sacan votos hasta de sus fallos. Son máquinas electorales sin escrúpulos, únicamente la sensibiliad del votante puede acabar con el cuajo y la caradura.

Inexistencias


Jon Juaristi en ABC


Como remedio para fobias anticatalanas, Xavier Vidal-Folch ofrece en «El País» (Si Cataluña no existiese..., miércoles, 16 de julio) un argumento que produce, a un tiempo, estupor y regocijo: Cataluña ha sido la adelantada del sistema autonómico español, la comunidad que abrió camino y sirvió de modelo a las demás autonomías españolas, viene a decir Vidal-Folch, y, por tanto, si Cataluña no hubiera existido, no existiría hoy un Estado de las autonomías.
Lo primero que hay que resaltar es la prosapia literaria de dicho argumento. Mucho antes que a Niall Ferguson se le ocurriera inventar la Historia Virtual, Adolfo Bioy Casares había especulado con la posibilidad de una narración sobre la Argentina contemporánea que partiera de la hipótesis de que los vascos nunca hubieran existido. Después, considerando que las consecuencias de tal conjetura serían harto complicadas, se decidió por otra más sencilla, la inexistencia de los galeses, que también ponía la realidad patas arriba, pero en términos todavía manejables, lo ideal para un escritor de ficción.
A Bioy Casares me lo presentó en Buenos Aires, hace veinte años, Fernando Rodríguez Lafuente, amigo entrañable que, ese día, no pudo resistir la tentación del exotismo y se refirió a mí como «un poeta vasco». A Bioy le brillaron los ojillos y me dijo: «¿Vasco? Yo también soy vasco, ¿sabe usted?». Ingenuamente, pregunté: «¿Por Bioy?». Entonces entreví un fulgor de maldad en las pupilas cerúleas del novelista y supe que me había tendido una trampa. «No», respondió: «Por Casares». Creo que en la ingenuidad o en la estupidez de mi pregunta obraba, de forma más o menos consciente, el recuerdo de aquel párrafo de Bioy en que planteaba que, de no haber existido los galeses, no habrían existido los argentinos de apellido galés, que no son muchos, pero tampoco la calle Owen de Buenos Aires, llamada así en honor del empresario textil y socialista utópico cambriano Robert Owen, que jamás pisó Argentina.
Si los inexistentes hubieran sido los vascos, habría desaparecido con ellos Borges (que los detestaba, pero reconocía venir de gentes que se llamaron Garay u Otálora), y Bioy habría pasado a la historia, en solitario, como el gran escritor argentino del siglo XX. En fin, bromas de literatos. La inexistencia de Cataluña habría aniquilado a la práctica totalidad de los españoles actuales, pues todos tenemos algunos antepasados catalanes conocidos y, seguramente, muchos que ignoramos. Y, sin la existencia de la Castilla histórica, se desvanecería en la nada, para empezar, el Honorable President de la Generalitat. La idea de que Cataluña o el País Vasco han ido siempre por libre, enfrentándose a la España cañí, es simplemente absurda, y sus autonomías respectivas, cuando las han tenido, han sido fruto de consensos nacionales; es decir, españoles.
Lo más chusco del artículo de Xavier Vidal-Folch reside en su lógica de Antiguo Régimen, que consiste en esgrimir supuestos méritos exclusivos de una comunidad para justificar privilegios. Por cierto, los inventores del truco fueron los vascos del siglo XVI, que no reclamaban la patente del sistema autonómico, sino la de España misma, con el encomiable fin de no pagar impuestos. Los arcaicos estereotipos regionales serían hoy folclore inofensivo y, desde luego, no habrían dado pretexto a fobias, si los nacionalismos no hubieran convertido el Estado autonómico en una versión posmoderna del Estado de naturaleza, donde bandas depredadoras del presupuesto nacional se apedrean entre sí con victimismos y teóricas excelencias morales.