lunes, 25 de noviembre de 2013

martes, 7 de mayo de 2013

Contra Catalunya (4)


Formava part de la delegació que acompanyava el president de la Generalitat, Jordi Pujol, en un dels seus primers viatges a l´estranger. En aquesta delegació hi havia tota mena de persones. El president, la seva senyora, alts funcionaris, funcionaris, empresaris, periodistes. Tots ells, tots nosaltres, viatjàvem a compte del diner públic. De quin diner públic, no importa: de vegades eren diners del país emissor y de vegades del país receptor. Era un fet molt normal pels funcionaris, pel president, potser també per la senyora del president, i més o menys irrellevant pels empresaris. Però en el cas dels periodistes, l´assumpte era més complicat. Només el diari El País es negava a deixar-se convidar pel poder autonómic i els seus enviats deien que pagaven fins la més petita de les factures, un detall que contribuia a fer créixer la brillantor de l´aurèola amb què aleshores viatjaven pel món. Tots els altres eren convidats del Govern de la Generalitat. L´explicació, més o menys oficial i rutinària, era que el president volia que els seus viatges tinguessin una cobertura periodística digna. Per això era imprescindible que una persona es desplacés fins al lloc dels fets. I com que la majoria dels mitjans de counicació catalans no podíen seguir el tren de vida del president, aquest es va decidir per la subvenció directa.

Contra Catalunya (3)

He pensat sovint en un curiós fenomen doble: per un cantó, els franquistes volien desaparèixer, si de cas, blindats per l´oblit, uns anys després. Per l´altre cantó, al catalanisme emergent li calia presentar la imatge d´un país homogeni. Un país decidit a demostrar-se a ell mateix que havia estat bell, bo i sagrat. Sense fissures, sense franquistes. Un vel de silenci va cobrir la nació. Així es cobreixen les escenes o els capítols mal resolts. La historiografia hi va contribuir: durant molts anys, els historiadors, que quasi tots eren d´esquerres, van creure que la tasca consistia a preservar la memòria dels honrats lluitadors de la clandestinitat, i encara més la dels supervivents del daurat món de la República. Hi van dedicar tots els esforços. Fins al punt que alguns epsiodis o algunes vides només van adquirir sentit al paper pautat de la historiografia resistencial. En canvi, ficar el nas a les escombraries del franquisme no els va escitar mai.

Contra Catalunya. (2)


Negar és més aviat laboriós: els dies clars, però cínics, l´autor agraeix que el lema d´aquets anys, que el barroer, moral i intelectualment barroer Conra Catalunya, hagi existit; al capdavall tot això li ha donat tema i potser encara passarà, a la fi, que aquest arribarà a ser el seu tema de la vida. Uns altres dies, tèrbols, d´ànim espès, ni tan sols cínics, l´autor i el seu orgull lamenten que s´hagin dedicat a un treball de tan escàs cubicatge intel-lectual: a l´autor li fa l´efecte que el qui va molt amb un coix finalment coixeja i si és ruc, ruqueja. Però en tot cas, l´aliment d´aquest llibre és la dissidència. Que quedi així fixat que l´autor no pretén ser imparcial, ni compondre allò -tan admirable- que en diuen un fresc temperat del seu país i del seu temps. Altres corpulències més generoses i fredes s´hauran d´encarregar d´aquest ajust, si els sembla bé. Aquí el propòsit no ha estat sinó el de donar resposta a un mandat de Joubert. "Investigueu la corrupció que deixen el temps pròspers". La corrupció, en aquest cas, d´un temps patriòticament pròsper.

miércoles, 17 de abril de 2013

Anatomía de un instante. (38)


No hubiera debido ocurrir, porque la idea de Estado de las Autonomías era por lo menos tan válida como la de los pactos de la Moncloa y casi tan necesaria como la de elaborar una Constitución. Tal vez Suárez no sabía una sola palabra de historia, según repetían sus detractores, pero lo que sí sabía es que la democracia no iba a funcionar en España si no satisfacía las aspiraciones del País vasco, Cataluña y Galicia a ver reconocidas sus singularidades históricas y lingüísticas y a gozar de una cierta autonomía política. El título VIII de la Constitución, donde se define la organización territorial del estado, pretendía responder a esas antiguas demandas; previsiblemente, su redacción encendió una batalla entre los partidos políticos cuyo saldo fue un texto híbrido, confuso y ambiguo que dejaba casi todas las puertas abiertas y que, para ser aplicado con un éxito inmediato, hubiera exigido una astucia, una sutileza, una capacidad de conciliar lo inconciliable y una intuición histórica o un sentido de la realidad que hacía principios de 1979 Suárez perdía ya de forma acelerada.
Todo empezó mucho antes de la aprobación de la Constitución y empezó bien, o como mínimo empezó bien para Suárez, que realizó en Cataluña un nuevo pase de magia. A fin de conjurar el peligro de que la izquierda que había ganado allí las elecciones generales formara un gobierno autonómico de izquierdas, Suárez se sacó de la manga a Josep Tarradellas, el último presidente del gobierno catalán en el exilio, un viejo político pragmático que garantizaba a la vez el apoyo de todos los partidos catalanes y el respeto a la Corona, el ejército y la unidad de España, de forma que su regreso en octubre de 1977 tradujo el restablecimiento tras cuarenta años de una institución republicana en una herramienta legitimadora de la monarquía parlamentaria y en una victoria del gobierno de Madrid. En Galicia las cosas no funcionaron tan bien, y en el País Vasco aún menos.

Anatomía de un instante. (37)


Si en la televisión fue casi siempre imbatible, porque la dominaba mejor que cualquier político, en el mano a mano lo era todavía más: podía sentarse a solas con un falangista, con un tecnócrata del Opus o con un guerrillero de Cristo Rey y el falangista, el tecnócrata y el guerrillero se despedían de él con la certeza de que en el fondo era un guerrillero, un falangista o un defensor del Opus, podía sentarse con un militar y, recordando sus tiempos de alférez de complemento, decir: No te preocupes, en el fondo sigo siendo un militar; podía sentarse con un monárquico; podía sentarse con un democristiano y decir: En realidad, siempre he sido un democristiano; podía sentarse con un socialdemócrata y decir: Lo que yo soy, en el fondo, es un socialdemócrata; podía sentarse con un socialista o un comunista y decir: Comunista no soy, no (o socialista), pero soy de los tuyos, porque mi familia fue republicana y en el fondo yo no he dejado de serlo. A los franquistas les decía: hay que ceder poder para ganar legitimidad y conservar el poder; a la oposición democrática le decía: Yo tengo el poder y vosotros la legitimidad: tenemos que entendernos.

jueves, 11 de abril de 2013

Los herejes imprescindibles


Fernando Savater en El País



En los primeros tiempos del cristianismo, cuando la ortodoxia aún no estaba definitivamente establecida -si es que lo ha estado alguna vez- y abundaban las vehementes discrepancias, algunos padres de la Iglesia más imaginativos solían asegurar: "oportet et haéreses esse" (o sea, que conviene que haya herejías). Ellos lo decían suponiendo que refuerzan la fe, pero también podríamos afirmarlo si creemos que los herejes sirven para espabilar a los creyentes y hacerlos más reflexivos, menos simplistas en sus dogmas. A quien le incomodan las perplejidades porque turban su placidez sectaria, los herejes sólo le despiertan ansias inquisitoriales y exterminadoras; pero a los capaces de pensar por sí mismos, aunque guarden fidelidad a su familia ideológica, los herejes les ayudan a conocer mejor las razones, los límites y sobre todo las posibles alternativas razonables de su compromiso.



La desenfadada herejía de UPyD es la clave de su notable éxito y la causa de incomprensiones

Algunos residuos quedan del franquismo en la política española y el peor de todos es la tendencia a la "adhesión inquebrantable": los míos son los míos, con razón o sin ella. Se elige un campo y se adopta una ceguera voluntaria contra cuanto puede cuestionar su excelencia, por verosímil que resulte. O somos o no somos: y claro, somos... ay. Al votante indeciso se le ofrece ante todo la certidumbre de la maldad del adversario y se le insta a que no suscite peligrosas dudas sobre la línea seguida por los "buenos": eso es hacer el juego al enemigo. Los intelectuales orgánicos de cada bandería tampoco se salen del guión, los unos denostando a la derecha corrupta y explotadora como única reflexión política de la que se sienten capaces, mientras los otros siguen dando lanzadas a la Mátrix progre por ellos imaginada como punching ball, para no calentarse más el caletre. En este campo, los herejes son perturbadores porque encierran la tentación de introducir variables no contempladas por la ortodoxia. No rechazan en bloque la fe aceptada, pero la cuestionan en ciertos aspectos y apuntan perspectivas interesantes que pertenecen a la tierra de nadie, aún inexplorada. Por eso resultan convenientes y yo diría que hasta imprescindibles salvo para los discípulos de Torquemada.

La desenfadada herejía representada por UPyD en nuestro panorama político ha sido probablemente la clave de su notable éxito y también causa de incomprensiones o malentendidos. Incluso ha aparecido una especial tribu mediática, encargada de prevenir a la población contra los males que pueden derivarse de la propagación pandémica de la gripe herética. Esta tribu tiene dos clanes: los del Oso Gubernamental advierten a los distraídos que UPyD es de derechas (para los más exagerados o en busca de aumento de sueldo, incluso deextrema derecha), aunque ocasionalmente apoye medidas semejantes a las de la izquierda; los del clan de la Mofeta Popular, en cambio, proclaman el íntimo y astuto izquierdismo de los seguidores de Rosa Díez, que se oculta bajo la piel de cordero de la defensa de la unidad nacional. Algunos no retroceden ante las declaraciones más subidas de tono: por lo que yo conozco se lleva la palma -justicia poética- un columnista balear que, asombrado por la pervivencia de los herejes, decidió la medida extrema de leer su programa y descubrió con lógico sobresalto que su ideario económico es neocomunista. Y concluye: "Les votan porque no les conocen". No faltan los que, antes de cada convocatoria electoral, se indignan contra UPyD por querer ir solos por la vida y robar votos a los demás, para después reprocharles que no han obtenido tantos como debieran para desbancar a quienes a ellos les molestan. En fin...

Pero lo más interesante de estas críticas, pintoresquismos aparte, es que revelan muy bien el funcionamiento de la mentalidad ortodoxa contra la herética: se denuncia como escandaloso tratar los asuntos políticos y sociales cada cual por sí mismo, objetivamente, en lugar de encuadrarlo en una global "forma de pensar" estereotipada de derechas o de izquierdas. Por lo visto, así no vale. Cada cuestión suscitada por la realidad que vivimos no debe ser meramente afrontada según un realismo neutro que prescinde de opciones previas, sino encuadrado en una inacabable lucha por el poder de ellos contra nosotros. Lo que de veras importa no es solucionar los problemas sino quién va a rentabilizar la solución o, aún mejor, quién va a cargar con la culpa humillante de que no se solucione. Antes de permitir que sea el preboste enemigo quien inaugure el puente, mejor que la gente se ahogue al tratar de vadear el río: eso les hará perder votos... Y quienes no compartan este edificante esquema no pueden ser más que traidores emboscados o herejes merecedores de la hoguera.

Sin embargo, anima comprobar que hay cada vez más votantes deseosos de herejías constructivas. Se está viendo, por fortuna, en el País Vasco. Aquellos primeros y denostados herejes de Basta Ya -uno de los antecedentes de UPyD- que en su momento y durante mucho tiempo después defendieron la cooperación de urgencia entre socialistas y populares para configurar una alternativa constitucionalista al nacionalismo, que abogaron siempre por la exclusión de los violentos y quienes les apoyan de las instituciones para no falsear la democracia, que realizaron manifestaciones encabezadas por las víctimas antes que por los políticos, etc... no debían de estar del todo equivocados. Su lección fue aprendida incluso por quienes con más vehemencia la cuestionaron y hoy ya las cosas cambian que da gusto verlas. Quizá no siempre, pero a veces la herejía es eficaz. Lo cual no impide que siga siendo necesaria, como demuestra que Gorka Maneiro, el parlamentario de UPy D, se haya quedado solo en el Parlamento vasco votando contra la unánime aceptación por parte de todos los demás grupos del blindaje de los privilegios que derivan de los anacrónicos derechos históricos...

Tras primero escandalizarse por sus heterodoxias, algunos restaron luego mérito a Voltaire diciendo que no eran más que tópicos de sentido común: "Es un maestro en decir bien lo que todo el mundo ya sabe", comentó una señora. A UPyD le pasa algo parecido, que a fin de cuentas sus herejías decepcionan a los exquisitos porque son puro sentido común. ¡Qué le vamos a hacer! No es más que sentido común denunciar que en ciertas autonomías haya dificultades -las que sean, la mínima ya es intolerable- para educar o realizar actos administrativos en la lengua común del Estado. Y es mero sentido común señalar que el bilingüismo puede ser en su caso un loable deseo pero nunca un objetivo obligatorio al que supeditar otros intereses, educativos o sociales. No hace falta más que sentido común para considerar una mascarada denigrante el espectáculo del Senado reunido con traductores y pinganillos en la oreja para entenderse entre españoles que comparten precisamente para eso una lengua constitucionalmente reconocida. Y defender el derecho a que la educación pública explique valores cívicos que no son de ningún partido porque ya están vigentes -como la tolerancia ante diversas opciones sexuales, el laicismo efectivo, etc...- también es mero sentido común. Raros tiempos los nuestros, en que para sentar plaza de herejes basta con pensar con toda la cabeza y no sólo con media.

Muy bien, me dirá alguno, pero entonces, si la herejía es tan imprescindible... ¿para cuándo la veremos también en UPyD? Bueno, hombre, somos aún jóvenes y tiernos, déjenos crecer un poco. Pero en último término, respondo por mi parte lo mismo que el torero al que elogiaron diciendo que ya sólo le faltaba morir en el ruedo: se hará lo que se pueda...

Los que pasan del catalán


Jesús Royo Arpón en La Voz Libre




La teoría que atribuye la vigencia del catalán a su utilidad como discriminador social, es decir, como “criterio para formar la cola de la participación en los bienes sociales”, quizá no lo explica todo. Pero tiene la gracia de que da una explicación razonable a fenómenos sociales bastante curiosos.

Por ejemplo, la temperatura catalanista sube en los lugares centrales de la escala social, allá donde se establece el contacto –y el conflicto– entre los naturales y los inmigrados. En cambio, hacia los extremos de la escala, el 'hecho catalán' se mira más bien con indiferencia.

La más alta burguesía no necesita destacarse con la lengua. No compite con los castellanohablantes inmigrados. Se relaciona con naturalidad y frecuencia con las clases altas de las otras capitales de España. Su lengua, desde hace cien años o más, es el castellano (pero no el castellano chava del Makinavaja, ¿eh?). Yo diría que ese grupo ha ido perdiendo terreno en Cataluña, en parte porque el conflicto linguosocial se ha generalizado, y en parte porque las grandes fortunas han dejado de ser inamovibles.

Igualmente, en las capas más bajas, el lumpen –muy numeroso– es castellanohablante casi al cien por cien, y no manifiesta ninguna atracción por el catalán. No por nada, sino por economía de esfuerzos: tienen la cabeza totalmente ocupada con la obsesión de sobrevivir, de resolver el día de hoy. La inapetencia respecto al catalán se incrementa con el grado de marginación del individuo. ¡Y también con la edad! A la gente mayor de la inmigración, el pleito lingüístico no le da ni frío ni calor.

Eso significa que el 'problema de la lengua' es vivido por los castellanohablantes pobres con una intensidad proporcional a su esperanza de promoción personal. Los que no alimentan ninguna esperanza, bien por ser marginados, o bien por ser viejos, pasan.

lunes, 8 de abril de 2013

Anatomía de un instante (36)


Tal vez Suárez no había leído a Maquiavelo, pero siguió a rajatabla su consejo, y en cuanto fue nombrado presidente del gobierno empezó a correr un sprint de golpes de efecto con tal rapidez y seguridad en sí mismo que nadie encontró razones, recursos o ánimos con que frenarlo: al día siguiente de su toma de posesión leyó un mensaje televisado en que, con un lenguaje, con un tono y unas formas de político incompatible con el andrajoso almidón del franquismo, prometía concordia y reconciliación a través de una democracia en la que los gobiernos fueran "el resultado de la voluntad de la mayoría de españoles", y al otro día formó con la ayuda de su vicepresidente Alfonso Osorio un gabinete jovencísimo compuesto por falangistas y por democristianos bien relacionados con la oposición democrática y con los poderes económicos; un día presentaba una declaración programática casi rupturista en la que el gobierno se compormetía a "la devolución de la soberanía al pueblo español" y anunciaba elecciones generales antes del 30 de junio del año próximo, al día siguiente reformaba por decreto el Código penal que impedía la legalización de los partidos y al día siguiente decretaba una amnistía para los delitos políticos; un día declaraba la cooficialidad de la lengua catalana proscrita hasta entonces y al día siguiente declaraba legal la proscrita bandera vasca; un día anunciaba una ley que autorizaba a derogar las Leyes Fundamentales del franquismo y al día siguiente conseguía que la aceptasen las Cortes franquistas y al día siguiente convocaba un referéndum para aprobarla y al día siguiente lo ganaba, un día suprimía por decreto el Movimiento nacional y al día siguiente ordenaba retirar de noche y a escondidas los símbolos falangistas de las fachadas de todos los edificios del Movimiento Nacional y al día siguiente legalizaba por sorpresa el partido comunista y al día siguiente convocaba las primeras elecciones libres en cuarenta años. Ésa fue su forma de proceder durante su primer gobierno de once meses. Tomaba una decisión inusitada y, cuando el país todavía intentaba asimilarla, tomaba otra decisión más inusitada, y luego otra más inusitada todavía, y luego otra más; improvisaba constantemente, arrastraba a los acontecimientos, pero también se dejaba arrastar por ellos, no daba tiempo para reaccionar, ni para urdir algo contra él, ni para advertir la disparidad entre lo que hacía y lo que decía, ni siquiera para asombrarse, o no más del que se daba a sí mismo: casi lo único que podían hacer sus adversarios era mantenerse en suspenso, intentar antender lo que hacía y tratar de no perder el paso.

Anatomía de un instante (35)


El 18 de febrero de 1981, cinco días antes del golpe de estado, el periódico El País publicó un editorial en el que comparaba a Adolfo Suárez con el general De la Rovere. Era otro cliché, o casi: en el pequeño Madrid del poder de principios de los ochenta -en ciertos círculos de la izquierda de ese pequeño Madrid- comparar a Suárez con el colaboracionista italiano del nazismo convertido en héroe de la resistencia que protagonizaba una vieja película de Roebrto Rossellini era casi tan común como mencionar el nombre del general Pavía cada vez que se mencionaba la amenaza de un golpe de estado. Pero, aunque hacía tres semanas que Suárez había dimitido de su cargo de presidente y este hecho tal vez invitaba a olvidar los errores y recordar los aciertos del hacedor de la democracia, el periódico no recurría a la comparación para ensalzar la figura de Suárez, sino para denigrarla. el editorial era durísimo. Se titulaba "Adiós, Suárez, adiós" y contenía no sólo reproches implacables a su pasividad como presidente en funciones, sino sobre todo una enmienda global de su gestión al frente del gobierno; el único mérito que parecía reconocerle consistía en haberse investido de la dignidad de un presidente democrático para frenar durante años a los restos del franquismo, "como un general De la Rovere convencido y transmutado en su papel de defensor de la democracia". pero acto seguido el periódico le regateaba a Suárez ese honor de consolación y lo acusaba de haberse rendido con su renuncia al chantaje de la derecha. "El general De la Rovere murió fusilado -concluía-, y Suárez se ha ido deprisa y corriendo, con un sinfín de amarguras y con muy pocas agallas".

Anatomía de un instante (34)



¿Qué es un político puro? ¿Es lo mismo un político puro que un gran político, o que un político excepcional? ¿Es lo mismo un político excepcional que un hombre excepcional, o que un hombre éticamente irreprochable, o que un hombre simplemente decente? Es muy probable que Adolfo Suárez fuera un hombre decente, pero no fue un hombre éticamente irreprochable, ni tampoco un hombre excepcional, o no al menos lo que suele considerarse un hombre excepcional; fue sin embargo, hechas las sumas y las restas, el político español más contundente y resolutivo del siglo pasado.
Hacia 1927 Ortega y Gasset intentó describir al político excepcional y acabó tal vez describiendo al político puro. Éste, para Ortega, no es un hombre éticamente irreprochable, ni tiene por qué serlo (Ortega considera insuficiente o mezquino juzgar éticamente al político: hay que juzgarlo políticamente); en su naturaleza conviven alguna cualidades que en abstracto suelen considerarse virtudes con otras que en abstracto suelen considerarse defectos, pero aquéllas no le son menos consustanciales que éstos. Enumero algunas virtudes: la inteligencia natural, el coraje, la serenidad, la garra, la astucia, la resistencia, la sanidad de los instintos, la capacidad de conciliar lo inconciliable. Enumero algunos defectos: la impulsividad, la inquietud constante, la falta de escrúpulos, el talento para el engaño, la vulgaridad o ausencia de refinamiento en sus ideas y sus gustos, también, la ausencia de vida inerior o de personalidad definida, lo que le convierte en un histrión camaleónico y un ser transparente cuyo secreto más recóndito consiste en que se carece de secreto. El político puro es lo contrario de un ideólogo, pero no es sólo un hombre de acción, tampoco es exactamente lo contrario de un intelectual: posee el entusiasmo del intelectual por el conocimiento, pero lo ha invertido por entero en detectar lo muerto en aquello que parece vivir y en afinar el ingrediente esencial y la primera virtud de su oficio: la intuición histórica.

Anatomía de un instante (33)


En todo caso, Suárez no ignoraba cómo usar su mano izquierda, pero no siempre consideraba que debiera usarla con los militares, y desde el mismo día en que se convirtió en presidente y sobre todo a medida que fue afianzándose en el cargo tendió a recordarles sin más sus obligaciones con órdenes o desplantes: por eso le gustaba bajarles los humos a los generales haciéndoles esperar a la puerta de su despacho y no vacilaba en encararse con cualquier militar que pusiera en entredicho su autoridad o le faltara al respeto (o le amenazara: en septiembre de 1976, durante una violentísima discusión en el despacho de Suárez, que acababa de aceptar o de exigir su dimisión como vicepresidente del gobierno, el general De Santiago le dijo: "Te recuerdo, presidente, que en este país ha habido más de un golpe de estado". "Y yo te recuerdo, general -le contestó Suárez-, que en este país sigue existiendo la pena de muerte"); por eso tuvo el valor de tomar decisiones vitales como la legalización del partido comunista sin contar con la aprobación del ejército y contra su parecer casi unánime; y por eso el anecdotario del 23 de febrero rebosa de ejemplos de su tajante negativa a dejarse amedrentar por los rebeldes o a ceder un solo centímetro de su poder de presidente del gobierno. Algunos de tales ejemplos son invencines de la hagiografía de Suárez, dos de ellos son sin duda ciertos. El primero ocurrió durante la madrugada del día 23, en el pequeño despacho cercano al hemiciclo donde Suárez fue reluido a solas tras su intento de parlamentar con los golpistas. Según el testimonio de los guardias civiles que lo custodiaban, en determinado momento irrumpió en el despacho el teniente coronel Tejero y sin mediar palabra sacó de su funda su pistola y le puso el cañón en el pecho, la respuesta de Suárez consistió en levantarse de su asiento y en formular por dos veces en la cara del oficial rebelde la misma orden taxativa: "¡Cuádrese!". La segunda anécdota ocurrió en la tarde del día 24, una vez fracasado el golpe, durante una reunión de la Junta de Defensa Nacional en la Zarzuela, bajo la presidencia del Rey; fue entonces cuando Suárez comprendió que Armada había sido el principal cabecilla del golpe y, tras escuchar las pruebas que inculpaban al antiguo secrtario del Rey, entre ellas la grabación de las conversaciones telefónicas de los ocupantes del Congreso, el presidente ordenó al general Gabeiras que lo arrestara en el acto. Gabeiras pareció dudar -era el superior inmediato de Armada en el Cuartel General del ejército, apenas se había separado de él en toda la noche y la medida debió de parecerle prematura y desproporcionada-; luego el general miró al Rey buscando una ratificación o un desmentido a la orden de Suárez, quien, porque sabía muy bien quién era el auténtico jefe del ejército, fulminó al general con dos frases furiosas: "No mire al Rey. Mireme a mí".

miércoles, 27 de marzo de 2013

Anatomía de un instante (32)


En el fondo Milans tenía razón (como la tenían los ultraderechistas y los ultraizquierdistas de la época): en la España de los años setenta la palabra reconciliación era un eufemismo de la palabra traición, porque no había reconciliación sin traición o por lo menos sin que algunos traicionasen. Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo lo hicieron más que nadie, y por eso muchas veces se oyeron llamar traidores. En cierto modo lo fueron: traicionaron su lealtad a un error para construir su lealtad a un acierto; traicionaron a los suyos para no traicionarse a sí mismos; traicionaron el pasado para no traicionar el presente. A veces sólo se puede ser leal al presente traicionando el pasado. A veces la traición es más difícil que la lealtad. A veces la lealtad es una forma de cobardía. A veces la lealtad es una forma de traición y la traición una forma de lealtad. Quizá no sabemos con exactitud lo que es la lealtad ni lo que es la traición. Tenemos una ética de la leltad, pero no tenemos una ética de la traición. El héroe de la retirada es un héroe de la traición.

Anatomía de un instante (31)


Se dice que cuando el presidente del consejo de Guerra que juzgaba a José Sanjurjo por el intento de golpe de estado de agosto de 1932 le preguntó al general quién respaldaba su intentona la respuesta del militar fue la siguiente: "Si hubiera triunfado, todo el mundo". Y usted el primero, señoría". Es mejor no engañarse: lo más probable es que, si hubiera triunfado, el golpe del 23 de febrero hubiese sido aplaudido por una parte apreciable de la ciudadanía, incluidos políticos, organizaciones y sectores sociales que lo condenaron una vez que fracasó; años después del 23 de febrero Leopoldo Calvo Sotelo lo dijo así. "Qué duda cabe que si hubiera triunfado Tejero y hubiera habido un golpe de Armada, pues a lo mejor la manifestación en su apoyo no hubiera sido de un millón de personas, como lo fue la del día 27 en Madrid en apoyo de la democracia aunque quizá hubiera sido de ochocientas mil gritando: ¡Viva Armada!". Esto es lo que esperaban los golpistas, y no era una esperanza infundada, que confiaran en la aprobación de la sociedad civil no significaba sin embargo, insisto, que estuviesen dirigidos por civiles: aunque la ultraderecha clamaba por un golpe de estado, el 23 de febrero no exisitió una trama civil tras la trama militar o, si existió, quien la urdió no fue sólo la ultraderecha, sino también toda una clase dirigente inmadura, temeraria y ofuscada que, en medio de la apatía de una sociedad desengañada de la democracia o del funcionamiento de la democracia tras las ilusiones del final de la dictadura, creó las condiciones propicias para el golpe. Pero esa trama civil no estaba detrás de la trama militar: estaba detrás y delante y alrededor de la trama militar. Esa trama civil no era la trama civil del golpe: era la placenta del golpe.

lunes, 25 de marzo de 2013

Fracaso

Ángel de la Fuente en El Periódico de Catalunya




La Generalitat ha hecho públicos hace unos días los desalentadores resultados de una prueba de competencias básicas para alumnos de sexto de primaria. Uno de cada cuatro niños catalanes termina el primer ciclo educativo sin haber adquirido las competencias básicas de lengua y matemáticas que le permitirían afrontar la educación secundaria con un mínimo de garantías de éxito. Las tasas de fracaso, además, son significativamente más elevadas entre los colectivos más desfavorecidos. El ascensor social que debería ser la escuela simplemente no funciona.
Esto confirma uno de los resultados clave de la investigación reciente en la economía de la educación: que tanto las causas como los remedios del fracaso escolar han de buscarse en los primeros años de vida. El aprendizaje es un proceso acumulativo que comienza muy pronto, en el que cada cosa tiene su tiempo y los inputs familiares son cruciales. Los niños que no adquieren en su momento las herramientas básicas para seguir aprendiendo van acumulando déficits de competencias que difícilmente tienen remedio más adelante.
La implicaciones son claras: tenemos que cogerlos a tiempo. Si queremos tener alguna posibilidad de compensar los efectos de las desigualdades socioeconómicas de origen, una escolarización muy temprana y de calidad es imprescindible. También lo son la detección precoz de los problemas de aprendizaje y su corrección mediante los adecuados programas de refuerzo en la educación infantil y primaria.
Después ya es demasiado tarde en la mayoría de los casos. De hecho, algunas de las medidas que se adoptan en secundaria para salvaguardar la igualdad de oportunidades no solo no funcionan sino que terminan empeorando las cosas. La principal es el itinerario único. Mantener juntos en una única aula hasta los 16 años a estudiantes con niveles de preparación y motivación y planes inmediatos muy distintos no ayuda demasiado a los más atrasados y suele traducirse en un menor nivel de exigencia. Seguramente no hace falta separar a los alumnos por centros, pero convendría al menos separarlos por aulas durante parte de la jornada.

jueves, 21 de marzo de 2013

Anatomía de un instante (30)


Después del golpe de estado la estrella política de Santiago Carrillo se eclipsó con rapidez. Había construido la democracia y se había jugado el tipo por ella en la tarde del 23 de febrero, pero la democracia había dejado de necesitarlo o ya no quería saber nada de él; su propio partido tampoco. A lo largo de 1981 el PCE continuó debatiéndose en la maraña de conflictos intestinos qque lo desgarraban desde que cuatro años atrás su secretario general anunciara el abandono de las esencias leninistas del partido; aferrado a su cargo y a su vieja y autoritaria concepción del poder, Carrillo trató de conservar la unidad de los comunistas bajo su mando a base de purgas, sanciones y expedientes disciplinarios. El resultado de este ensayo de catarsis fue lamentable: los expedientes, sanciones y purgas provocaron más purgas, más sanciones y más expedientes, y hacia el verano de 1982 el PCE era un partido en trance de desmoronarse, con menos de la mitad de los militantes con que contaba apenas cinco años atrás y con una presencia social cada vez más reducida y precaria, roto en tres pedazos -los prosoviéticos, los renovadores y los carrillistas- e irreconocible para quien hubiera pertenecido a él en la exuberancia clandestina del tardofranquismo, cuando era el primer partido de la oposición, o en el optimismo inical de la democracia, cuando aún parecía destinado a serlo. El propio Carrillo resultaba irreconocible: atrás había quedado el héroe de la defensa de Madrid, el mito de la lucha antifranquista, el líder internacionalmente respetado, el símbolo del nuevo comunismo europeo, el secretario general investido de la autoridad de un semidiós y el estratega capaz de convertir cualquier derrota en victoria, el fundador de la democracia a quien sus propios advesarios consideraban un estadista sólido, lúcido, pragmático, necesario; ahora era apenas el capitoste nervioso y a la defensiva de un partido tangencial, enzarzado en abstrusos debates ideológicos y en peleas internas donde la ambición se disfrazaba de pureza de principios y el rencor acumulado de anhelos de cambio, un político menguante con maneras de brontosaurio comunista y lenguaje avejentado de "aparatchik", perdido en un laberinto autofágico de paranoias conspirativas.

Anatomía de un instante (29)


Igual que sus compañeros, durante las primeras horas de encierro en el salón de los relojes Carrillo pensó que iba a morir. Pensó que debía prepararse para morir. Pensó que estaba preparado para morir y al mismo tiempo que no estaba peparado para morir. Temía al dolor. Temía que sus asesinos se rieran de él. Temía flaquear en el último instante. "No será nada -pensó, buscando coraje-. Será sólo un momento: te pondrán una pistola en la cabeza, dispararán y todo habrá terminado." Quizá porque no es la muerte sino la incertidumbre de la muerte lo que nos resulta intolerable, este último pensamiento lo sosegó; dos cosas más lo sosegaron: una era el orgullo de no haber obedecido la orden de los miliraes rebeldes permaneciendo en su escaño mientras la balas zumbaban a su alrededor en el hemiciclo, la otra era que la muerte iba a librarlo del tormento al que lo estaban sometiendo sus compañeros de partido. "Qué tranquilo te vas a quedar -pensó-. Qué descanso no tener que tratar nunca más con tanto cabrón y tanto irresponsable. Qué descanso no tener que sonreírles nunca más." Apenas empezó a pensar que quizá no iba a morir regresó el desasosiego. No recordaba exactamente cuándo había ocurrido (tal vez cuando entró por la claraboya el ruido de unos aviones sobrevolando el Congreso; tal vez cuando Alfonso Guerra regresó del baño haciendo muecas de ánimo a escondidas; sin duda conforme pasaba el tiempo y no llegaban noticias de la autoridad militar anunciada por los golpistas); lo único que recordaba es que, una vez que hubo aceptado que podía no morir, su mente se convirtió en un remolino de conjeturas.

Anatomía de un instanste. (28)


Igual que ocurrió con Suárez, el inicio del declive de la carrera política de Carrillo se produjo en el momento exacto de su apogeo. En noviembre de 1977, durante su viaje triunfal por Estados Unidos, Carrillo anunció sin consultar a su partido que en su próximo congreso el PCE, abandonaría el leninismo. En el fondo, se trataba de la consecuencia lógica del desmontaje o demolición o socavamiento de los principios comunistas que había iniciado años antes -la consecuencia lógica del intento de realizar el oxímoron del comunismo democrático que denominaba eurocomunismo-, pero si meses atrás aceptar la monarquía y la bandera rojigualda había sido difícil para muchos, el brusco abandono del vector ideológico invariable del partido a lo largo de su historia todavía lo era más, porque suponía un viraje tan radical que colocaba en la práctica al PCE en el límite del socialismo (o de la socialdemocracia) y mostraba además que la democratización de puertas afuera no suponía su democratización de puertas adentro: el secretario general seguía dictando sin restricciones la política del PCE y gobernándolo de acuerdo con el llamado centralismo democrático, un método estaliniano que no tenía nada de democrático y lo tenía todo de centralista, porque se basaba en el poder omnímodo del secretario general, en la extrema jerarquización del aparato organizativo y en la obediencia acrítica de la militancia. Fue entonces cuando empezó a resquebrajarse a ojos vista la unanimidad del partido y cuando Carrillo advirtió con asombro que su autoridad empezaba a ser discutida por sus camaradas: unos -los llamados renovadores- rechazaban su individualismo y sus métodos autoritarios y exigían mayor democracia interna, mientras que otros -los llamados prosoviéticos- rechazaban su revisionismo ideológico y su enfrentamiento con la Unión Soviética y exigían el retorno a la ortodoxia comunista; tanto unos como otros criticaban su apoyo imperturbable al gobierno de Adolfo Suárez y su ambición imperturbable de coaligarse con él.

jueves, 14 de marzo de 2013

Anatomía de un instante (27)


No se produjo el golpe de estado, aunque el golpe del 23 de febrero empezó a fraguar entonces -porque los militares no le perdonaron a Suárez la legalización de los comunistas y a partir de aquel momento no dejaron de conspirar contra el presidente traidor-, pero el PCE sólo digirió con muchas dificultades tanto pragmatismo y tanta concesión arrancada con la amenaza del golpe de estado. Según las previsiones de Carrillo, el fruto de su prudencia pactista del último año y de medio siglo de monopolio del antifranquismo sería un triunfo electoral de millones de votos que convertiría a su partido en el segundo del país tras el partido de Suárez y los convertiría a él y a Suárez en los dos grandes protagonistas de la democracia, no fue así: igual que una momia que se deshace al ser exhumada, en las elecciones del 15 junio de 1977 el PCE apenas sobrepasó el nueve por ciento de los sufragios, menos de la mitad de los esperado y menos de la tercera parte de lo obtenido por el PSOE, que asumió por sorpresa el liderazgo de la izquierda porque supo absorber la cautela y el desencanto de muchos simpatizantes comunistas y también porque ofrecía una imgaen de juventud y modernidad frente a los envejecidos candidatos del PCE procedentes del exilio, la vieja guardia comunista que empezando por el propio Carrillo evocaba en los votantes el pasado espantable de la guerra y bloqueaba la renovación del partido con los jóvenes comunistas del interior. Aunque Carrillo nunca se sintió derrotado, Suárez había ganado de nuevo. Para el presidente del gobierno la legalización del PCE fue un éxito en toda regla, porque hizo creíble la democracia integrando en ella a los comunistas, atajó a quien consideraba su rival más peligroso en las urnas y consiguió un aliado duradero; para el secretario general de los comunistas no fue un fracaso, pero tampoco fue el éxito que esperaba: aunque la legalización del PCE aseguró que la reforma de Suárez era de verdad una ruptura sería una democracia verdadera, las cesiones obligadas por la forma en que se llevó a cabo, aabandonando los símbolos y diluyendo los postulados tradicionales de la organización, sirvieron para alejar el sueño de hacer del partido comunista el partido hegemónico de la izquierda. La respuesta del PCE a este fiasco electoral fue la que quizá cabía esperar de una organización marcada por una historia de asentimiento a los dictados del secretario general e imbuida de su inapelable misión histórica por una ideología en retirada. En vez de admitir sus errores a la luz de la realidad con el fin de corregirlos, atribuirle a la realidad sus propios errores. El partido se convenció (o más exactamente el secretario general convenció al partido) de que no había sido él sino los votantes quien se había equivocado.

Anatomía de un instante (26)


Ocurrió el sábado 9 de abril, a poco más de un mes de la reunión entre ambos líderes, en plena desbandada de Semana Santa y después de que Suárez, sabedor de que la opinión pública había cambiado velozmente en favor de la medida que se disponía a adoptar, buscara todavía protegerse conra la cólera previsible de los miltares y la ultraderecha con un dictamen jurídico de la Junta de Fiscales que abonaba la legalización, Carrillo también lo protegió, o hizo lo posible por protegerlo. Aconsejado por Suárez, el secretario general se había marchado de vacaciones a Cannes, donde la misma mañana del sábado supo por José Mario Armero que la legalización era inmediata y que Suárez le pedía dos cosas: la primera es que, para no irritar todavía más al ejército y a la ultraderecha, el partido celebrase sin estridencias el acontecimiento; la segunda es que, para evitar que el ejército y la ultraderecha pudieran acusar a Suárez de complicidad con los comunistas, una vez difundida la noticia Carrillo hiciese una declaración pública en la que criticase a Suárez o por lo menos se distanciase de él. Carrillo cumplió: los comunistas festejaron discretamente la noticia y su secretario general compareció ese mismo día ante la prensa para pronunciar unas palabras pactadas con el presidente del gobierno. "Yo no creo que el presidente Suárez sea un amigo de los comunistas -proclamó Carrillo-. Le considero más bien un anticomunsita, pero un anticomunista inteligente que ha comprendido que las ideas no se destruyen con represión e ilegalizaciones. Y que está dispuesto a enfrentar a las nuestras las suyas". No bastó. Durante los días posteriores a la legalización el golpe de estado parece inminente. Suárez vuelve a recurrir a Carrillo; carrillo vuelve a cumplir. Al mediodía del 14 de abril, mientras en un local de la calle Capitán Haya Santiago celebra el Comité Central del PCE su primera reunión ilegal en España desde la guerra civil, José María Armero convoca a Jaime Ballesteros, su contacto con los comunistas, en la cafetería de un hotel cercano. Ahora mismo la cabeza de Suárez no vale un duro, le dice Armero a Ballesteros. Los militares están a punto de levantarse. O nos echáis una mano o nos vamos todos a la mierda. Ballesteros habla con Carrillo y al día siguiente, durante la segunda jornada de la reunión del Comité Central, el secretario general interrumpe la sesión para lanzar un mensaje dramático. "Nos encontramos en la reunión más difícil que hayamos tenido hasta hoy desde la guerra -dice Carrillo en medio de un silencio glacial-. En estas horas, no digo en estos días, digo en estas horas, puede decidirse si se va hacia la democracia o si se entra en una involución gravísima que afectará no sólo al partido y a todas las fuerzas democráticas de oposición, sino también a los reformistas e institucionales...Creo que no dramatizo, digo en este minuto lo que hay." Acto seguido y sin embargo de que nadie reaccione, como si lo hubiera escrito él Carrillo lee un papel tal vez redactado por el presidente del gobierno que le ha entregado Armero a Ballesteros y que contiene la renuncia solemne y sin condiciones a algunos de los símbolos que han representado al partido desde sus orígenes y la aceptación de los que el ejército considera amenazados con su legalización: la bandera rojigualda, la unidad de la patria y la monarquía. Perplejos y temerosos, acostumbrados a obedecer sin rechistar a su primer mandatario, los miembros del Comité Central aprueban la revolución impuesta por Carrillo y el partido se apresura a dar la buena nueva en una conferencia de prensa en la que su equipo dirigente aparece recortado contra una asombrosa, descomunal e improvisada bandera monárquica.

Anatomía de un instante (25)


El vencedor fue Suárez, quien apenas concluyeron los apretones de manos y las bromas de presentación desarmó a Carrillo hablándole de su abuelo republicano, de su padre republicano, de los muertos republicanos de su familia de perdedores de la guerra, y luego lo remató con protestas de modestia y con elogios de su experiencia política y su categoría de estadista; derrotado, Carrillo prodigó palabras de comprensión, de realismo y de cautela destinadas a tratar una vez más de convencer a su interlocutor de que él y su partido no sólo no constituían un peligro para su proyecto de democracia, sino que con el tiempo se convertirían en su principal garantía de éxito. El resto de la entrevista estuvo consagrado a hablar de todo y a no comprometerse a nada salvo a continuar respaldándose mutuamente y a consultarse las decisiones de importancia, y cuando los dos hombres se separaron de madrugada ninguno de ellos albergaba ya la menor duda: ambos podían confiar en la lealtad del otro, ambos eran los dos únicos políticos reales del país; ambos, una vez legalizado el PCE, celebradas las elecciones e instaurada la democracia, acabarían llevando juntos las riendas del futuro.

Anatomía de un instante (24)


A fin de legalizar el PCE, Suárez necesita que el partido de Carrillo obligue al gobierno a aumentar al margen de tolerancia con los comunistas, que los vuelva cada vez más visibles, que les dé la carta de naturaleza en el país con el propósito de que la mayoría de los ciudadanos entienda que no sólo son inofensivos para la democracia futura, sino que la democracia futura no puede construirse si ellos. Esta progresiva legalización "de facto", que debía facilitar la legalización "de iure", adoptó la forma de un duelo entre el gobierno y los comunistas en el que ni los comunistas querían acabar con el gobierno ni el gobierno con los comunistas, y en el que ambos sabían con antelación (o por lo menos lo sospechaban o lo intuían) cuándo y dónde iba a golpear el adversario: los golpes de este falso duelo fueron golpes de efecto propagandísticos que incluyeron una huelga general que no consiguió paralizar al país pero sí poner en aprietos al gobierno, ventas masivas de "Mundo Obrero" por las calles de Madrid y masivos repartos de carnés del partido entre sus militantes, sendos reportajes de las televisiones francesa y sueca que mostraban a Carrillo circulando en coche por el centro de la capital, una sonada rueda de prensa clandestina en la que el secretario general del PCE -junto a Dolores Ibárruri, el mito por antonomasia de la resistencia antifranquista, demonizado e idealizado a partes iguales por gran parte del país- anunciaba entre palabras conciliadoras que se hallaba desde hacia meses en Madrid y que no pensaba marcharse, y por fin la detención policial del propio Carrillo, a quien ya en la cárcel el gobierno no podía expulsar del país sin infringir la legalidad y tampoco retener en ella en medio del escándalo nacional e internacional ocasionado por su captura, con lo que a los pocos días Carrillo en libertad convertido en ciudadano español de pleno derecho.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Contra Catalunya


A partir de hoy iré publicando esbozos de "Contra Catalunya", el libro que escribió Arcadi Espada en 1997.



Entre els Déus i Crist, Catalunya va estar representada políticament per un avi. Aquest avi. Tarradellas, era caparrut i va arribar exercint l´autoritat. Exigia faldilla a les dones i corbata als homes, reunia els presidents del Madrid i del Barça perquè firmessin una pau de sainet molt improbable i viatjava per Espanya en periples benintencionats que també van tenir un punt delirant i marxià: per descomptat, qui busqui material per la mofa al mapa tarradellista de superfície té moltes probabilitats de trobar-n´hi. Ja era un home molt vell. Però va ser el principal responsable que el prestigi de Catalunya a Espanya no disminuís durant els anys molt delicats de la transició; que durant la transició es mantingués la imatge antifranquista d´una Catalunya avançada, però solidària. Fins i tot des del punt de vista dels interessos del nacionalisme català més àrid, l´actitud de Tarradellas va ser positiva: va permetre que Espanya, sobretot l´Espanya civil, assistís confiada i amb les tradicionals aspiracions d´emulació a l´experiment inicial de l´autonomia catalana pròpiament dita. Òbviament, n´hi ha que no pensen d´aquesta manera. Gent com Josep Benet, que en va ser enemic acèrrim, opinaven -i encara opinen- que Catalunya, en aquells moments, feia por a Madrid, que hauria pogut aconseguir-ho tot. "Tot", diuen, i es queden tan amples. No cal dir que Jospe Benet -un home malaguanyat per la conspiració que ha estat la seva vida, però sobretot malaguanyat pel fruit finalment estèril d´aquesta conspiració- és el símbol d´aquells que son del tot incapaços de reconèixer que el treball de l´oposició antifranquista va ser un fracàs, a pesar que aquest fracàs no entela gens l´heroisme dels qui van patir. Un emblema, en fi, Benet, dels qui volen esborrar, potser perquè la troben poc heroica, aquesta sentència que el temps farà més i més inapel-lable: l´única decisió transcendental de la classe política antifranquista va ser acceptar el pacte de la transició.

Perdedores y fracasados

Yo no tengo nada contra los perdedores, si es que pierden defendiendo sinceramente lo que creen. Todo lo contrario. Me producen un gran respeto.
El tipo de personaje que no me merece ningún aprecio es el ambicioso que pone ne marcha planes sin principios para ascender hasta las más altas cimas, sin reparar en medios, y encima la pifia y se estrella. Ése es, para mí, el prototipo de fracasado.

Asumir el hecho nacional catalán

Recupero unas palabras de Heribert Barrera, las dijo en 1984, cuando ERC era un partido residual, pero marcaba una estrategia a seguir por el nacionalismo catalán:


"Todo el mundo tiene derecho a buscar trabajo allí donde lo haya, pero ha de respetar las reglas morales, sociales, políticas, culturales de ese lugar. Un inmigrante puede escoger el ser un trabajador de paso, que en un momento determinado vuelve a su tierra o un hombre que acabará fundiéndose son los demás miembros de la nueva comunidad, allí tendrá sus hijos, su nación, su trabajo, su vida. Es más. Yo ni siquiera soy dogmático en la cuestión lingüística. Me importa más que un inmigrante asuma el hecho nacional catalán que el idioma que utilice para entenderlo o expresarlo".

Sólo nos queda la lengua

Boadella se define


"No soy un catalán en Madrid, sino un español que nació en Catalunya".

Conocimiento



lo vimos así y lo dijimos con tanta claridad que, luego, cuando pasó lo que pasó, hubo quienes nos consideraron profetas. Pero lo nuestro no eran profecías, sino conocimiento.

Castellano fácil


Carta de una lectora de El Periódico de Catalunya.

"Aprobado seguro", "imposible de fallar", "un auténtico regalo", "más fácil que el de catalán", era lo que se oía a la salida del examen de castellano de la selectividad en Barcelona. Como todos los años, en Catalunya el nivel de exigencia de la prueba de castellano ha sido mínimo. Y dentro de unos días, también como todos los años, la Generalitat enseñará las notas de castellano, artificialmente elevadas gracias al fácil carácter que le dan intencionadamente al examen con el fin de poder decir luego que no son necesarias más horas de castellano en las escuelas. ¿A quién pretenden engañar?


Victoria B. Martín
Barcelona

Ku Klux Klan


Si los catalanistas fueran negros votarían al Ku Klux Klan.